Akira Satake: Al ritmo del fuego

Por primera vez en nuestro país, el ceramista y músico nipón compartió su experticia en un taller que dictó para el colectivo “Ceramistas de Reñaca” y en el que mostró diversas técnicas tradicionales japonesas con una visión muy particular. En esta entrevista se refirió al acto de creación, a la belleza que tiene la imperfección y el factor sorpresa que conlleva trabajar con fuego. “Me gusta que la cerámica actúe, me gusta la espontaneidad de la obra en sí. Ella es la protagonista”.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés y gentileza entrevistado.

“Encontrando belleza en la imperfección”, así se llamó el taller en el que Akira compartió, con gran generosidad, las técnicas de modelado y torno con las que da vida a sus obras. Frecuentemente invitado a enseñar y exponer por todo el mundo, esta era su primera vez en Chile.

Antes de ser ceramista, Akira Satake —que nació en Osaka (Japón) y llegó a Estados Unidos en 1981— trabajó durante diez años como productor musical en Nueva York. Noches de insomnio y un estrés galopante lo llevarían a un punto de inflexión. ¿Qué hago?, se preguntó. ¿Yoga?, ¿meditación? En eso estaba cuando vio en la cerámica —que conocía por su padre, pintor y ceramista ocasional— una oportunidad real y un camino alternativo para lidiar con el estrés.

Tenía cuarenta y dos años cuando tocó la arcilla por primera vez. Lo describe como una sensación de calma que lo acompañaría cada jueves durante las clases de cerámica en Greenwich Village. Un par de décadas más tarde se mudó a Carolina del Norte y abrió la galería Mugen —en el River Arts District, una zona artística de Asheville—, donde se pueden ver esculturas, juegos de té Kohini, teteras en gres recubiertas de porcelana y una amplia gama de estilos concebidos y creados por el propio Akira, quien creó su propia arcilla en un intento por acercarse lo más posible a la que se utilizaba en la producción de la cerámica japonesa Shigaraki, en el siglo XII, y que se cuece en hornos anagama por cincuenta horas.

BELLEZA IMPERFECTA

Son las seis de la tarde de un miércoles en el taller de Andrea Lallana, la fundadora de Ceramistas de Reñaca. “El trabajo de Akira hace referencia a la naturaleza y pone a la arcilla como protagonista usando muy poco esmalte”, dice.

Hace poco terminó el seminario. Los alumnos siguen concentrados en sus obras y Akira nos recibe con una sonrisa.

Una vez dijiste que la cerámica había salvado tu vida, ¿qué significa para ti?
Es un trabajo de colaboración absoluta entre la arcilla, el fuego y mis manos, que da lugar a resultados muchas veces sorprendentes. Nunca me voy a cansar de ella, porque con el fuego uno no sabe lo que va a pasar. Es el factor sorpresa, como el significado de la palabra serendipia, que es la belleza que emerge accidentalmente. Me gusta trabajar con ese lado más salvaje que no puedo controlar.

Como el azar en la naturaleza.

“Hay que encontrar lo que la arcilla quiere ser y resaltar su belleza del mismo modo que la belleza de nuestro entorno se crea a través de fuerzas naturales. Las ondulaciones de la arena movida por el viento, las formaciones rocosas provocadas por los deslizamientos de tierra, el crujido de las pátinas de las paredes de una casa antigua… todo ello debe su especial belleza al azar de la naturaleza”.

¿Consideras al fuego como tu aliado?
Espero que el fuego sea mi aliado, pero sé que siempre transformará la arcilla en formas que no puedo prever. Por eso me mantengo en un estado permanente de humildad frente a lo que ocurre, porque no tengo el control del resultado, sino que le dejo al fuego la decisión final, la magia del factor sorpresa. El fuego es la última parte aleatoria de la ecuación colaborativa.

¿De qué manera el significado wabi-sabi está presente en tus obras?
Más que el término wabi-sabi en sí, yo hablo de encontrar la belleza en la imperfección. No busco una simetría perfecta, eso se lo dejo a las fábricas o a otras personas. Como artista, como artesano, me gusta expresar mis emociones de manera más humana y de esa forma lograr la perfección en la imperfección.

¿Qué te inspira?
Muchas cosas: la personalidad fuerte de la arcilla, tan cercana a la naturaleza, la gente, la comida.

En tus clases, ¿cuáles son tus máximas?
En mis talleres busco imprimirles la emoción de trabajar ahí. Les comparto todos mis conocimientos y técnicas, y les ayudo a encontrar su propia voz. El hecho de que copien mis trabajos es un camino sin salida, el fin para un artista, a death end. Por eso les digo que, como artistas, deben ser capaces de desarrollar su sello particular. Eso es lo que trato de enseñar.

De todas las técnicas que usas, ¿cuál es tu favorita y por qué?
Me gusta la técnica kurinuki, que es el arte de la alfarería tradicional japonesa, que implica construir y tallar a mano a partir de un único bloque de arcilla.