Verónica Preneste y Claudia Marambio: Apostolado de amor

directoras Hogar María Madre

Esta es la historia de un hogar que nació al alero del ímpetu de una mujer maravillosa. De un lugar que comenzó como una guardería para niños vulnerados, allá por la década del noventa, y que con el tiempo se transformó en una ONG cuyo norte sigue siendo el bienestar emocional de esos “locos bajitos”, como parafraseara Serrat. Un lugar cuyo espíritu trascendiera de todas las formas posibles, hasta hoy, casi treinta años después. Quienes trabajan en el Hogar María Madre, quienes se turnan para dormir ahí, quienes convierten una habitación en algo tan mágico como el fondo del mar, hacen de su trabajo un verdadero apostolado de amor. “Queremos cautivar más corazones. Sería maravilloso llegar a más personas que tengan ganas de poner el corazón al servicio de esta obra”.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés

Fueron tres horas intensas, en las que conversamos de todo. Una especie de catarsis tratando de arreglar el mundo. “Los niños son lo más importante. Son el futuro. Nosotras no somos más que instrumentos. Ayer fue la Marcela (Jaramillo), hoy somos nosotras, mañana alguien más conducirá el hogar. Lo único importante es ayudar y darles esperanza a estos niños”.

Los niños, el centro de todo. También de esta entrevista.

Claudia y Verónica cuentan que empezaron a trabajar en el hogar con el ímpetu de toda voluntaria. “Queríamos cambiar el mundo, queríamos aportar con nuestro pequeño grano de arena, pero que fuera potente, que tuviera sentido; no solo lavarles el pelo y cambiarles el día, sino cambiarles la vida con acciones concretas”.

El 2010, postularon a SENAME y generaron el primer convenio de colaboración para tener recursos del Estado. Claudia hace una observación que hoy es clave: “El SENAME dependía del Ministerio de Justicia. Se criticó por años la forma en que operaba, porque era la única institución que acogía tanto a los niños vulnerados, como a los niños infractores de ley. Todos eran atendidos por el mismo sistema y el único que determinaba su destino eran los tribunales de justicia, a través de los juzgados de menores. Pero veían a los niños como un número más. Había pocos recursos y poca conciencia social respecto a la responsabilidad en generar un cambio real para que ese niño tuviera una oportunidad. A partir de la modificación que se hizo de la ley, se cambió la mirada. El SENAME sigue funcionando con respecto a los niños infractores de ley con una legislación que optimiza los recursos que se aplican para lograr una reinserción social y, por otro lado, se crea el Servicio Mejor Niñez para recibir a los niños vulnerados, que depende del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, cuyo enfoque es totalmente distinto”.

LA CASA DE RECREO

En el hogar no se para nunca. Es una rutina como en todas las casas, sólo que esta es a full, porque no es lo mismo cuidar a cuatro niños que a quince. “Los niños se despiertan, se calienta la casa, se preparan las mamaderas, toman la leche, se bañan, se visten. Algunos se levantan muy contentos, otros lloran, unos pueden amanecer con fiebre. En fin, es la vida. Somos una gran familia. Las tías son adorables, siempre están alegres y preocupadas de tenerles canciones, de jugar, de enseñarles, de estar con ellos”.

De estar, de crear vínculos.

Al lado de la puerta de entrada crece una camelia y, al otro lado, un letrero reza Hogar María Madre. Una virgen en tonos azules pintada por la artista Liza Marzolo recibe a todos quienes atraviesan el umbral del hogar. Un poco más allá están la recepción, la cocina y la oficina. En el subsuelo, la sala de estar, el comedor, el dormitorio, la enfermería y el patio.

En uno de los dormitorios hay cinco cunas, cada una con un cartel escrito. José, María Celeste, Estrella.

Se sienten las risas, los pasitos, el olor a guagua.

¿Cómo es trabajar con niños?
Afrontas los problemas desde otra perspectiva. Puedes llegar cansada, agobiada, pero te tiran sus bracitos y se te olvida todo. Ellos te dan fuerza para enfrentar todos los desafíos del mundo.

Claudia y Verónica caminan a mi lado, abriendo puertas, franqueando mundos pequeños, invitándome a conocer esa otra realidad que habla de niños abandonados, abusados, en riesgo, cuyas historias encierran dolor y muchos por qué.

“Muchas veces llegan guagüitas con síndrome de abstinencia, que tiritan y lloran mucho y que necesitan de muchos brazos y contención, es un periodo muy importante de adaptación, por eso las llamadas mamás canguros, que llegan, apenas activamos el protocolo, con sus brazos abiertos a acogerlos y darles cariño”.

Relatos hay muchos, como el papá alcoholizado que se cayó arriba de la guagua dejándola en el hospital y que una vez que la dieron de alta la derivaron al hogar, otras que fueron abusadas y que cada muda terminaba en gritos.

“El objetivo es que el niño, más allá de una taza de leche y que esté abrigado, cuente con un equipo humano capaz de contenerlo, acogerlo y devolverle la confianza de que puede vivir tranquilo y seguro, porque una vez que los niños se sienten queridos, todo lo demás fluye”.

De ahí el enfoque en la calidad humana que entrega el personal, más allá del equipo técnico. “El secreto es encontrar al personal adecuado. Buscamos personas con vocación de servicio, que sean referentes de seguridad y cariño para ellos, tal como lo serían una madre, un padre o los abuelos”.

¿Quiénes conforman el equipo?
Tenemos un equipo humano increíble, que supo surfear un incendio y una pandemia de por medio. El sábado pasado la encargada del turno de noche me llamó porque había una niñita que lloraba y no lograba calmarla. Su mamá la había ido a ver y se había descompensado y lloraba desconsolada. Esa persona que estaba a cargo de esa niñita empatizó profundamente con ese dolor y esa pena. Qué notable que tengamos personas con esa calidad humana. Son ellas quienes están 24/7 con los niños, fueron ellas las que en plena pandemia convirtieron la sala de estimulación en un fondo marino y disfrazaron a los niños de peces, ellas las que decoraron las sillas con faldones blancos y flores en cada cumpleaños, las que los cuidan como si fueran sus verdaderas mamás. Valoramos tremendamente todo el amor que entregan.

¿Lo más difícil?
Encontrar profesionales con real vocación, que se vinculen con los niños desde el corazón. Por eso buscamos a las mejores personas que estén dispuestas a darse y si el sistema nos pone mala nota porque rotamos mucho, no nos importa. Primero están los niños, ellos son nuestro foco.

¿Cuántos niños viven en el hogar?
Actualmente tenemos quince: cinco lactantes y diez niños entre los dos y los cinco años. Recibimos desde pequeños recién nacidos, que muchas veces los traen carabineros con una orden de Tribunales de Familia, hasta los cinco años once meses.

¿Todos son adoptables?
No, hay muchos que están en riesgo social, que sus papás son alcohólicos o drogadictos y los dejan solos en la casa. Entonces los vecinos llaman a carabineros diciéndoles que hay una guagua llorando hace días, que se den una vuelta por el lugar, y terminan trayéndolos para acá con una orden.

¿Hay un plazo límite de estadía de los niños?
Nuestra propuesta técnica son seis meses. Tenemos un plazo de veinte días hábiles desde que el niño llega al hogar para hacer un informe diagnóstico. Al tercer mes tenemos que tener un diagnóstico de intervención para dentro de seis meses tenerlo ubicado o con su familia o postularlos a las FAE (Familias de Acogida).

¿Quiénes pueden ser voluntarios?
Todos pueden serlo, pueden dar recursos u ofrecer parte de su tiempo, previa evaluación y entrevista. Cuando la gente dice yo quiero cooperar, nosotras los invitamos a que vayan un día al hogar, a que regalen su tiempo y que miren los ojos de alegría de ese niño, de esa niña, por el tiempo que le diste. Eso tiene un efecto multiplicador. La única forma de contagiar lo que hacemos acá es vivirlo en carne propia.

En el tercer piso está la sala de visita, que también funciona como sala de intervenciones y actividades. Las paredes están pintadas con flores, nubes y corazones, herencia de la pintora Renate Neumann y su paso por el hogar.

¿Qué significa para ustedes el Hogar María Madre?
Todo, dicen a coro, con los ojos brillantes.

TODO HISTORIAS

Historias hay muchas, como la de Dylan, “un niño de tres años absolutamente querible, que solo comía azúcar, tenía abscesos en todos sus dientes y que tuvimos que conseguirnos plata para poder operarlo, previa autorización del tribunal. Lo devolvieron tres veces de las FAE y cada vez que volvía era como partir de cero. “Por qué no me quieren, por qué no puedo tener un papá y una mamá”.

¿Cuánto cuesta financiar el hogar?
Veintitrés millones aproximadamente. El SENAME nos subvenciona con un ochenta por ciento.

¿Quiénes los apoyan?
Puros particulares que nos ayudan a cubrir la diferencia que no cubre Sename. A ellos recurrimos cuando tenemos necesidades especiales y buscamos financiamiento y donaciones. Son un gran apoyo.

“Es increíble cuando ves la cantidad de personas que se ponen a disposición para cuidarlos. Hace un par de años llegaron tres hermanitos que los encontraron solos encerrados en una pieza. Llevaban ahí un par de días. Una de las carabineras que los rescató por la ventana y los llevó al hogar tenía también una guagua y al ver el llanto de hambre del bebé —que no tenía más allá de un mes—, no lo pensó dos veces y le dio pecho. Puro instinto de madre”.

Son muchas historias. Algunas inspiradoras, otras simplemente devastadoras. Pero nunca han bajado la guardia. “Nos han acusado de desacato, de interferir con el sistema, pero no nos arrepentimos. Peleamos para que los niños tengan un futuro mejor. Para los jueces a veces los niños son solo números, casos que se resuelven en base a los antecedentes expuestos. Sin embargo, hoy el sistema nos está apoyando, estamos contentas porque nos escuchan y atienden nuestras demandas. Eso para nosotras es lo más importante, porque el futuro de los niños está en juego”, sentencian.