Alejandra Garcés: Ojo de lince

directora Programa Chile Fundación BHP

Tiene un ojo biónico para detectar potenciales proyectos que sumen a nuestra sociedad. En menos de un año articuló una red colaborativa para hacer frente a una pandemia que no daba tregua y que dejó ver profundas grietas estructurales en temas de equidad de género y en educación. Más que una entrevista, esta fue una conversación cercana y distendida acerca del poder de los vínculos con la comunidad y la trascendencia del llamado tercer sector. De la importancia de escuchar nuestra intuición y de hacer equipo. Y de nunca bajar los brazos, si el camino se pone cuesta arriba.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza entrevistada

Corría el 2020. La pandemia había provocado el cierre de colegios y escuelas y la educación online se hacía cuesta arriba para cerca de tres millones y medio de escolares. Un estudio de Harvard hablaba de la importancia de la continuidad escolar y los artículos que afirmaban la precaria salud emocional existente eran pan de cada día.

A cargo de la Fundación BHP desde el 2018 —que apoya la creación de proyectos relacionados con temas de equidad en educación y de género, participación ciudadana y medioambiente—, Alejandra buscó programas y organizaciones que tuvieran su foco en tres grandes prioridades que para ella y su equipo eran fundamentales: la continuación del aprendizaje, el apoyo al profesorado y la contención socioemocional. No había tiempo que perder.

Comenzaron las reuniones por zoom o Meet, las mesas de trabajo online, los llamados por teléfono. Algunos apenas se conocían, pero la importancia que revestía no solo la urgencia, sino la creación de una relación de confianza y de reconocimiento del otro desde su expertise, fue el ingrediente secreto.

Rápidamente comenzaron las alianzas y el networking. Kodea, Enseña Chile, Comunidad Mujer, Aprendo en Casa, Fundación Chile se unieron, en plena cuarentena, para crear una red colaborativa de Educación Digital junto a la Fundación BHP y así apoyar con acciones concretas la tremenda crisis educacional que implicó la ausencia de clases presenciales.

“Empezamos a trabajar con Kodea en proyectos transversales de digitalización escolar, con Enseña Chile para el apoyo directo a los profesores. Nos preocupaba mucho que las niñas fueran absorbidas por el trabajo doméstico y descuidaran sus estudios. La Fundación Minera Escondida apoyó para que la UAI gestionara un diplomado de sicología gratuito para agentes territoriales de Antofagasta, donde les entregaron habilidades para el apoyo socioemocional de las comunidades. Fue una muy linda experiencia”, cuenta.

Paralelamente, Alejandra trabaja desde el 2006 en BHP como directora de Valor Social. Desde ahí ha levantado proyectos que tienen que ver con la cultura y el desarrollo local, como Festival a Mil, Santiago en 100 Palabras y Puerto de Ideas.

¿Qué te hizo darte cuenta del potencial que tenían?
Apelar a los mismos objetivos que tenemos nosotros, como por ejemplo, el acceso masivo y gratuito a actividades de calidad. Santiago en 100 Palabras es un espacio de participación ciudadana, más allá de escribir y leer, que se ha ido consolidando y replicando a otras regiones. No buscamos algo que sea de elite o de nicho, sino que pueda llegar a mucha gente.

No es fácil ser “la mujer de la billetera”, ¿cuál es tu estrategia para decir que no sin dañar relaciones?
Es difícil decir que no y es difícil también terminar relaciones, del tipo no eres tú, soy yo. Lo importante es que esto no tiene que ver con personas determinadas, sino con proyectos colaborativos, público-privados, que estén alineados con las políticas públicas de los ministerios de Educación o Cultura, que sean de acceso gratuito, masivo y a sectores más vulnerables. Hay muchas buenas ideas e iniciativas, pero lamentablemente no se puede estar en todas, pues tenemos una capacidad limitada no solo de recursos, sino de gestión. Esto es una sociedad, no un mecenazgo.

“MI MISIÓN ES CONECTAR”

Democratizar la cultura, la tecnología, la educación y el conocimiento. Que permee todas las capas sociales y llegue a la mayor cantidad de rincones posibles en nuestro país, es lo que mueve a Alejandra.

“Me moviliza el hecho de que nadie sobre en este país. Me quita el sueño el hecho de que haya jóvenes talentosos con todas las ganas de estudiar y que no puedan hacerlo porque no tienen las herramientas ni los contenidos necesarios que les permitan emprender. Nosotros tenemos una responsabilidad en generar una equidad en cuanto a la calidad en la educación. Y como sociedad debiéramos aspirar a eso y es lo que me inspira todos los días. No es posible hacer una transformación importante si no se trabaja con el sector público”.

Sencilla, acogedora, resiliente, dice que la emocionan los avances en la equidad de género y las miles de barreras que han tenido las mujeres para salir adelante. “Me acuerdo de un encuentro de mujeres líderes de opinión en distintos ámbitos que tuvimos en el verano en Congreso Futuro. Se llamó “Digitalizadas”. Me acuerdo y me emociono. Ese día me sentí representando a las generaciones pasadas, las presentes y las futuras”.

¿Sientes que hemos avanzado de algún modo?
Los procesos de cambios políticos, culturales y sociales son muy lentos, toman décadas y esto te lo digo como historiadora. Y en cuanto a la equidad de género, un cambio cultural de esa naturaleza va a tomar tiempo. Piensa que desde la irrupción de la píldora anticonceptiva en los años sesenta, una verdadera revolución que les permitió a las mujeres decidir sobre la maternidad hasta hoy, hemos avanzado. Pensemos que recién, en 1945, la mujer tuvo derecho a voto y que en el matrimonio lo decidía todo el hombre. Yo creo que ha habido una aceleración de estos cambios y que la brecha se está acortando.

Casada con un ingeniero civil que la apaña en todo, tiene dos hijos universitarios y un trabajo demandante que incluye viajes, reuniones, webinars con Australia, Estados Unidos y un largo etcétera. Pero está feliz. Basta escucharla. “Mi misión es conectar, eso es lo que hago. No tengo ningún talento especial. Me despierto todas las mañanas con la energía y la gran responsabilidad de estar en un lugar que puede conectar a gente y que ofrece soluciones innovadoras buscando mejorar la calidad de vida de los chilenos”.

Conectar es la clave
Te diría que es vital, porque aparecen iniciativas muy importantes y necesarias para las comunidades. Por ejemplo, el proyecto Ayllú Solar en Arica y Parinacota —que lleva seis años funcionando— para el desarrollo sustentable de programas de emprendimiento basados en energía solar en las comunidades altiplánicas indígenas: una planta de deshidratación de vegetales en Vitor, otra de producción de camarones de río y una procesadora de lana de alpaca y llamas en Visviri.

Incorporar la tecnología como agente de cambio, es uno de los caballitos de batalla de FBHP
El objetivo del programa IdeoDigital es implementar Ciencias de la Computación en la educación pública en todo Chile. No existe una asignatura formal en los liceos para enseñar las habilidades para el siglo XXI: ciudadanía digital, inteligencia artificial, programación. Y hago aquí una pequeña reflexión: lo que está haciendo la Fundación y Kodea no es un acto de “buenismo”. Nosotros necesitamos de esos jóvenes, porque estamos frente a un contexto de incertidumbre, de cambio climático, de escasez hídrica y necesitamos todas las cabezas pensando en soluciones innovadores para los problemas que enfrentamos como generación y las que nos precederán.

Resulta singular el mix entre historiadora y gestora cultural, ¿de qué manera ha marcado tu vida laboral?
Además del mix de historiadora y gestora cultural, también tengo posgrados en derechos de pueblos indígenas y evaluación de impacto de Inversión Social de la Adolfo Ibáñez, entre otros. Creo que el pregrado, la primera carrera, es un comienzo, pero no marca o define tu camino. Se puede y se tiene que seguir aprendiendo, siempre actualizarse y si en el camino te das cuenta de que te mueven otros intereses, ir sumando. Es muy bueno, en mi opinión, seguir aprendiendo, con la mente abierta y con la curiosidad de un niño.

¿Cómo percibes el rol del tercer sector en la sociedad actual?
Pienso que el rol del tercer sector es clave, sobre todo en apoyar iniciativas o soluciones innovadoras para abordar los desafíos que tenemos como sociedad. En ese sentido, el sector público no tiene el espacio para tomar riesgos, porque debe responder a muchas necesidades de manera rápida y eficiente, pero ahí el tercer sector puede tener un rol muy importante en, por ejemplo, apoyar pilotos de soluciones, como lo que te contaba del proyecto de energía solar en Arica, o impulsar ciertas áreas que necesitan un incentivo, como las habilidades digitales en los niños y jóvenes. Y por supuesto, la equidad de género. En todos los proyectos me preocupo que esté presente, ejemplo de ello es la alianza con Comunidad Mujer y el proyecto Nuestra Voz con Kodea.

Ayllú Solar, Nuestra Voz, IdeoDigital, son varios los proyectos en los que estás colaborando, ¿hay alguno en particular que te quite el sueño?
Más que quitarme el sueño, creo que me hacen dormir mejor.

EL VALOR DEL TRABAJO

El accidente que tuvo el año pasado marcó un punto de inflexión en su vida. En pleno Apoquindo la atropelló un conductor que no respetó el “girar con precaución”. “El proceso ha sido muy fuerte, con mucho dolor y psicológicamente el dolor te debilita. Tuve que usar silla de ruedas dos meses, otro mes andador y después muletas. Tuve que aprender a caminar de nuevo, literalmente. Puede soñar cliché, pero realmente uno toma perspectiva sobre lo que es importante y lo que no. Nos pasamos preocupados, estresados, por cosas que no valen la pena. Estar sano, poder ir a dar un paseo sin dolor, disfrutar de un día cualquiera, de la compañía de los que quieres, eso es lo importante. El resto se arregla solo.

¿Qué heredaste de tus papás?
El pensamiento crítico, la reflexión, el amor por la literatura y el arte. En mi casa había muchos libros. Podía tomar y leer lo que quisiera y así fui acercándome a distintos autores y formas de pensar que me abrieron la mente y el mundo.

¿Qué legado te gustaría dejar a tus hijos?
La empatía, en todo sentido, siempre pensar en los demás, y que somos parte de un todo, y si todos podemos estar mejor, juntos vamos a tener una mejor calidad de vida. En términos más personales, me gustaría dejarles el valor del trabajo, del estudio, que hay que estar siempre aprendiendo, no dar las cosas por sentado, ser agradecidos y responsables con lo que se va logrando.

Si te encontraras con la lámpara de Aladino, ¿qué pedirías?
A la lámpara no le pediría nada, porque creo mucho en el trabajo y en la voluntad para avanzar en la vida.