El punto de quiebre

Por Marcelo Contreras

Las generaciones mayores de cuarenta no lo pueden creer. Es como un apocalipsis para sus oídos y comprensión musical. El 28 y 29 de octubre, el astro urbano Bad Bunny se presentará a tablero vuelto en el Estadio Nacional. La principal acusación en su contra redunda en descalificar la calidad musical del género que representa. De hecho, hay reparos en identificarlo como cantante, bajo el concepto tradicional de buena voz y armonía. Pero Bad Bunny es una estrella —el artista más escuchado en el planeta los dos últimos años según Spotify—, y sólo el tiempo dirá si su obra y figura serán memorables. Por ahora, agota dos veces el mayor recinto del país como demoledora demostración de popularidad.

Uno de los argumentos repetidos apuntando al urbano y el pop actual, es que todo suena igual. Un estudio elaborado por académicos de las universidades Queen Mary e Imperial College de Londres, analizó más de 17.000 canciones desde 1960 hasta 2010, clasificadas en el Hot 100 de la revista Billboard, la biblia de los ránquines. Entre las conclusiones publicadas en 2015, nada indica una homogeneización del pop. “Mucha gente dice que la música está empeorando, pero no encontramos evidencia de nada así”, declaró el líder del estudio, Matthias Mauch. “No hay una tendencia general a que la composición, los ingredientes musicales de las listas, se esté haciendo más sosa”.

Lo que el estudio avala es que el pop está en constante evolución y que ha atravesado tres cismas. El primero sucedió en 1964 con la Invasión Británica liderada por The Beatles y The Rolling Stones, cuando los patrones musicales se inclinaron por el protagonismo de las guitarras y voces más duras. El segundo ocurrió en 1983, mediante sintetizadores y programaciones que coparon los más grandes éxitos. El último movimiento que redefinió el pop fue en 1991 con el afianzamiento del hip hop, donde, por primera vez, la música podía prescindir de elementos armónicos.

“El énfasis está en el sonido de la voz y el ritmo”, sintetiza Mauch, en una descripción que aplica para la música urbana. La paradoja es que desde entonces no hay un nuevo punto de quiebre en la arquitectura del pop, a pesar del vértigo, la instantaneidad y la híper conectividad de la vida moderna.