Fernando Gudenschwager: Momentos de luz

Bajo un cielo infinito, rodeado de araucarias milenarias, árboles nativos y estrellas fugaces. En un mirador de durmientes en Challupen, en un acantilado, al pie de una montaña, en un lago escondido. Son mil y un momentos los que guarda en su memoria este fotógrafo explorador y que muestra a través de @martini_fotografia. Con ellas busca dar a conocer paisajes únicos e irrepetibles de una naturaleza sublime que debemos cuidar. Un ciclo sin fin que está ahí, dispuesta a ser explorada.

Texto y fotografías Fernando Gudenschwager

 “La fotografía para mí se ha transformado en una forma de convertir lo sutil y lo efímero de los momentos de luz en perdurables en la eternidad; de guardar recuerdos que agradezco vivir; de mantener la memoria viva y la posibilidad de compartir momentos que nunca se volverán a repetir.

Además de la foto, me gusta que el texto genere conciencia del cuidado que requiere la naturaleza, que dé a conocer los lugares para así valorarlos, que deje un mensaje. Para mí, lo principal es la luz, la naturaleza y los paisajes.

A los catorce años comencé a registrar momentos. En mi camino espiritual de autodescubrimiento me fui acercando a la naturaleza, cambiando los paisajes urbanos, las fotografías de retratos a culturas diferentes como las etnias de África en el valle del Omo y los monjes de India y Nepal, que hacía antes.

En el camino he aprendido que hay momentos que son personales, que son tan sagrados que la cámara pasa a un segundo plano. A pesar de que es una compañera inseparable, he aprendido a separarme de ella para poder vivir el instante de una forma diferente.

En quinto básico me fui a vivir a Villarrica, camino a Licanray, muy cerca de la entrada al Parque Nacional Villarrica. Desde niño recorrí el parque en bicicleta, caminaba los senderos demarcados sin tener conciencia de que estaba entre árboles nativos milenarios. Más adelante le agregué un trípode, una carpa, un saco de dormir y una cámara con la que empecé a registrar estas aventuras.

AVENTURAS DE UN ARTISTA

Mi pasión por la fotografía me ha llevado desde el norte de Chile a la Araucanía andina, a la Patagonia. Me ha llevado a recorrer por tierra, mar y aire a explorar tantos lugares y aventuras diferentes, como India, Nepal, Rusia, China, Mongolia, Uganda, Tanzania. Lo que más valoro es explorar rincones secretos y vírgenes de la naturaleza.

Una aventura que no volvería a repetir, porque fue muy extrema, la viví con un amigo, guía de montaña profesional. Fuimos a ver los fuegos artificiales del Año Nuevo al cráter del volcán Villarrica. Estuve arrodillado en una plataforma de un metro y medio, con el cráter expulsando azufre. A mis espaldas, el glaciar Voipir, el Pichidancahue. Si bien estaba consciente de los riesgos, quería vivir esta experiencia, que fue abrumadora. Fuerte. Mágica.

Otra gran aventura ha sido manejar desde Villarrica, por la ruta 40, hacia Argentina hasta los glaciares, desde El Chaltén a Torres del Paine. Ir a Tierra del Fuego, hasta el fin del camino en América. Recorrer la carretera Austral de punta a cabo —diez mil kilómetros manejando—, una de las aventuras de exploración que más me ha gustado, un viaje overland, con carpa de techo, durmiendo en la carretera, en montañas, bajo un puente, en lugares espectaculares.

De la Patagonia me gusta mucho la fuerza natural en la que los elementos se conjugan. Cómo el viento poderoso arrastra la tierra y forma una geografía tan salvaje, cómo se generan arcoíris mientras brilla el sol y cae el agua. Lo agreste, lo lejano, lo brutal de la geografía, las montañas, los colores. Me gusta mucho viajarla y encontrar esos contrastes. Pisarla, abrazarla, sentirla.

NATURALEZA DIVINA

Más que fotógrafo prefiero llamarme artista, porque la fotografía es un medio de expresión. El arte es algo que llevo en el ADN; tengo un bisabuelo que se llamaba igual que yo y que supe, con el tiempo, que también recorría muchos de mis lugares preferidos buscando momentos de luz, en composiciones muy similares a la fotografía que yo desarrollo. Entonces he encontrado un patrón genético que me representa. Él pintaba óleos de la naturaleza y viajaba a la cordillera, a lugares hermosos como la laguna Huinfiuca.

La naturaleza es medicina. En ella encuentro a Dios. En un bosque, en un lago, en un sendero, en un volcán, en una montaña, en el cielo. Encuentro lo divino en los elementos de la naturaleza: el viento, el trueno, el agua, la tierra. Me gusta caminar descalzo, abrazar un árbol, mirar las estrellas. Contemplar, respirar profundo, absorber la energía del lugar, sintiéndome en el presente. Más allá de una fotografía, me gusta conectarme con la esencia del lugar, ser naturaleza y dejar un registro de ese momento.

Mi sello es la búsqueda de la luz. Mi concepto se llama “hora de la luz”: los momentos del alba, el amanecer, el ocaso, el atardecer, la puesta de la luna, la salida del sol entremedio de las montañas. Me gusta mucho la vía láctea, los movimientos de los astros, por eso uso la fotografía timelapse, donde se ve el movimiento de las estrellas.

La fotografía digital es efímera, por eso me gusta imprimir y plasmar mis fotos en papel o en telas. Tengo una colección de puzles que he llevado a diferentes formatos con el fin de trascender la muerte, de que pueda perdurar en el tiempo y transmitir los momentos de luz que quiero registrar.

Cada una de estas fotografías contiene una historia. Motívense a explorar, a salir a lugares diferentes, compren una carpa, un saco de dormir y atrévanse a salir de la zona de confort. Descubrir el mundo es la verdadera escuela de la vida, salir de nuestros propios horizontes nos hace crecer”.