Fiestas con sentido: Mesas con alma

Invitamos a la gestora cultural y decoradora, Francisca Bezmalonovic, para que, a través de una impecable curatoría, le pidiera a tres artistas a pensar sus mesas de fin de año haciendo un guiño al arte de cada una y a todo lo que nos ha tocado vivir como humanidad en el último tiempo. ¿El resultado? Espacios plenos de obras luminosas y espirituales, que nos ofrecen mesas llenas de alma y con sentido. 

Por Francisca Bezmalinovic / Fotografías Andrea Barceló A.

Cuando me invitaron a mostrar mi mesa de Navidad junto a otras decoradoras, sentí que no podía centrarme simplemente en lo estético o en una mesa soñada puesta con cariño, sin un mensaje contundente de un mundo que necesita cambios radicales, sobre todo en el valor que les damos a nuestros sentimientos y emociones. Por eso pensé en las personas que están permanentemente abriéndonos los ojos con mensajes llenos de sabiduría en cada una de sus expresiones: los artistas.

Quise convocar a tres talentosas artistas a celebrar un nuevo nacimiento, incorporando en su mesa de Navidad los más profundos, significativos y potentes mensajes que integran y entregan sus obras.

Por lo mismo, se trata de obras que poseen mucho sentido y coherencia con la época actual —y que tienen en común el buscar con sus obras un vuelco hacia lo esencial: la importancia de la naturaleza, la trascendencia de la humanidad, la importancia de la memoria y los testimonios de vida—, obras con mucha conciencia de la fragilidad de la vida y de la fugacidad del tiempo, de la importancia de la historia, de los trayectos y de lo heredado, al volver a rescatar los oficios ancestrales, sin requerir de procesos técnicos o industriales.

En estas artistas hay un vuelco hacia el interior, mucha sabiduría y sencillez, características que queremos hacer presentes en esta Navidad, en especial en cada una de estas mesas donde nos reunimos para agradecer y celebrar.

ESPERANZA

 Amelia Errázuriz nos presenta una propuesta de mesa que simboliza una vida llena de esperanza. Su obra se ve influenciada por su formación de arquitecta, donde construye y crea objetos nuevos a partir de materiales reciclados u objetos abandonados, muchos, incluso, llenos de defectos o detalles que son justamente lo que enriquece la obra.

Para ella, a través de residuos podemos lograr infinitas cosas e, incluso, belleza como lo vemos en sus obras. Como es una fiel amante y protectora de la naturaleza, quiso poner su mesa de Navidad en el jardín de su casa, que evoca un paisaje de niñez y juventud y que fue tema recurrente de sus primeras obras y que hoy, con más conciencia aún, enaltece como algo sagrado.

Una mesa y una obra llena de melancolía y nostalgia, pero, a su vez, colmada de esperanza, donde todo ha sido realizado por sus manos. En su mesa resaltan dos pinos centrales intervenidos con residuos de maderas que aportan un carácter escultórico. Los platos, todos diferentes, fueron pintados a mano por la propia artista y los acompaña con unos delicados servilleteros blancos hechos con restos de molduras. En la lámpara y sillas amarró retazos de telas en colores alegres. Al costado, agregó un mesón lleno de flores y un par de jarrones adornados solo con residuos de madera recolectados. Como fondo a esta mesa nos encontramos con una gran escultura dorada construida con los mismos objetos recogidos.

“Una mesa en Navidad es el lugar de reunión para compartir en familia. La mía es así, pero también es la oportunidad de mostrar lo que hago como artista y mis inquietudes en relación a un mundo mejor, sustentable y abierto a todas las miradas contemporáneas a las que por medio de mi trabajo, con elementos de madera en desuso, descartados y olvidados, les doy una nueva vida”, señala Amelia.

Esta mesa nos invita a valorar cada recurso, persona e historia, y a soñar con unir diferentes mundos y visiones. Por lo mismo, en sus obras ensambla la diversidad como señal de un mundo real que sueña con un gran abrazo.

Amelia Errázuriz
www.ameliaerrazuriz.cl
@errazurizamelia

 

MAGIA

Mariana Tocornal prefirió un espacio más íntimo —el comedor de su casa—, donde se reúnen a diario en familia y que, de fondo, tiene una colección de obras de otros artistas que dialogan con su vida y su propia obra.

Esta mesa de Navidad tiene características muy propias y se armó como una verdadera instalación artística, donde cada uno de los objetos alude a este importante encuentro.

Tal como en la Navidad, sus frágiles objetos cotidianos, hechos de porcelana, nos recuerdan la magia de los cuentos de hadas, sus tazas y platos parecen transportarnos a un imaginario de sueños. Lo mismo que los libros blancos, presentados uno sobre otro, que nos hacen rememorar la importancia del registro y la memoria, un espacio sagrado para testimoniar experiencias y emociones.

En esta mesa también está el gesto de recolectar, ya que en el proceso de fabricación manual hay piezas que salen perfectas, otras con fallas e incluso destruidas, pero que ella acumula, colecciona, cataloga, incluyendo los tropiezos que representan estas piezas deterioradas y que nos hablan de la realidad de la vida donde hay cosas aparentemente deficientes, pero que son finalmente muy valiosas y que deben sumarse a la mesa como símbolo de la vida llena de matices y de una Navidad que quiere reunir y abrazar a todos.

“Mi idea de mesa es que sea un lugar de encuentro, de juegos, de conversación, pensando en nuestros objetos no como algo práctico, sino más bien en el sentido estético, simbólico y poético, buscando el significado que podemos encontrar detrás de ellos, como la memoria, la historia, los oficios heredados. Buscar en todo lo que hacemos un espacio que tenga que ver con el juego y la imaginación, por eso terminó siendo una mesa como la Alicia en el país de las maravillas y que dice relación con mi trabajo que busca jugar con los objetos de una manera más bien simbólica y que se puede incorporar en la vida cotidiana”.

La de Mariana es una mesa muy luminosa que nos transporta a otro tiempo, donde justamente la información se guardaba escrita manualmente y encuadernada de manera artesanal. Sus tazas, platos, cucharas y piezas de porcelana, representan a los invitados a esta vida más reflexiva y consciente, y sus piezas —algunas incluso dañadas— nos hablan de estos tiempos llenos de fragilidad y de lo importante que es, a pesar de exigir abundancia de material, elegir materiales simples para encarnar lo noble y auténtico. Estos preciosos libros de color blanco están vacíos por dentro, son como cajas, pero escritos con letras doradas, aludiendo a la metáfora de que no todo lo que brilla es oro, pues dentro de este aparente brillo solo hay vacío. En esta Navidad la invitación es a rescatar lo esencial, aquello que alegra el alma y que nos hace brillar desde el interior.

Mariana Tocornal
@marianatocornal
www.Tocornal.com

 

REINVENCIÓN

La artista Pilar Landerretche optó por hacer una mesa muy especial donde el blanco es el protagonista. Los objetos y obras presentes hacen un guiño a la espiritualidad y destacan sobre un mantel de lino blanco, que simboliza a los invitados a esta mesa con su clásico zapato de porcelana puesto sobre cada plato. Son todos diferentes y ninguno tiene par, símbolo de que necesitamos unirnos desde nuestras propias individualidades para potenciarnos como colectivo. Necesitamos caminar junto a otros, en colaboración, y no solos sobre un mismo par. Además, están presentes como una huella y el importante camino de adaptación y reinvención que tuvimos que vivir durante la pandemia.

En la mesa vemos también objetos escultóricos utilitarios, hechos por la artista, unos originales y creativos jarrones y fuentes, todos con caras y personificaciones que aluden a la importancia del vuelco al nido; sus caras dan testimonio de lo vivido. Lo que más impacta es un ángel de bronce fundido a la cera perdida, que representa lo terrenal y espiritual que todos tenemos y esa necesidad de conectarnos hacia arriba y también a esta tierra.

“La mesa simboliza el nido, la familia. En torno a ella las familias volvieron, sin proponérselo, a sentarse juntos en horarios semanales cotidianos, con almuerzos entre computadores y teletrabajo, algo que implicó adaptación y empatía. Aquí fluyeron conversaciones y sentimientos que traté de simbolizarlos en estos jarrones con cara que son, a su vez, testigos de la experiencia vivida y del aprendizaje que significó para todos. Con el ángel, más que la representación en sí, quise plasmar al nuevo hombre que debe ser una mezcla de terrenal y espiritual, donde no importan las creencias ni religiones, sino volcarnos a la esencia. Algo así como el vuelo de resiliencia de lo vivido. La mesa dejó de ser mesa y se transformó en oficina y sala de clases. Y luego esa misma mesa vuelve a ser el comedor… Es el gran aprendizaje. Descubrir alas para seguir siendo”.

Pilar Landerretche 
@pilarlanderretchegres
www.pilarlanderretche.com