La roca del Cefalutano

Quisimos reflotar este precioso viaje a Cefalú hace algunos años, un pintoresco lugar de la Sicilia. Su mayor atractivo turístico está en la parte alta de la ciudad, donde se conservan importantes trozos de la rústica piedra que antaño protegió estas tierras. “La Roca”, como la conocen en el mundo, es una de las bases de defensa más impresionantes de la vieja Europa y es, ciento por ciento, natural; testigo directo de las hazañas pesqueras de este pequeño puerto de orilla mediterránea.

Texto y fotografía Constanza Fernández C. conifernandez@gmail.com

Entrando por la Porta Pescara, justo delante de una gruesa muralla de piedra y mirando hacia el turquesa del mar, me encontré con dos bancas de madera que parecían formar parte de una vieja escenografía del Medioevo. A un costado, los ventanales de los apretados edificios formaban una hilera de piedra y vidrio unida frente al mar, dispuesta de tal manera que la suave brisa de la tarde era capaz de llegar a cada hogar. Ciertamente algo de esa belleza y carácter cautivó al director de Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, cuando decidió filmar, en ese lugar, “cine all’aperto vista mare”, la escena de cine al aire libre con vista al mar. Años después, el director italiano recibiría el Oscar al mejor film extranjero y hoy, casi cuatro décadas más tarde, el lugar sigue manteniendo sus aires de película medieval, aunque sin director. Ahora los protagonistas son los veraneantes, y los abuelos de Cefalú los espectadores que, sagradamente, se sientan en esas dos bancas hermanas para ver la panorámica de su querida playa donde, cada día, ocurre un nuevo capítulo de esta, su serial de verano. Esa primera tarde en Cefalú la pasé con ellos, los más viejos; sentada a su lado me preguntaba si aún tendrían sueños, qué recuerdos guardaban sus mentes y quizás cuántas historias de mar y tierra escondían sus mujeres que, con la vista perdida en el horizonte y el coraje de un amor paciente, supieron sostener las ausencias de sus hombres de pesca.

A SETENTA KILÓMETROS DE PALERMO

Cefalú, antigua Kephalodion, palabra griega que hace referencia a “capo”, significa jefe en español, pero en este caso se refiere a la formación natural que tiene la roca que predomina en el área donde se levantó la ciudad, un sitio privilegiado en la provincia de Palermitana, construido alrededor y sobre una piedra maciza e imponente que durante siglos defendió el lugar y es conocida mundialmente como “La Roca”. Son cientos de peldaños tallados directamente en la piedra los que conducen hasta la cima, subida que toma entre treinta y cuarenta y cinco minutos. Arriba la caminata incluye las ruinas de un antiguo templo megalítico griego y las mejores vistas de la costa; los restos de piedra, en algunas partes mejor conservada, permiten imaginar la estructura del viejo fuerte natural. El espacio es una zona de adoración y defensa que se eleva 270 metros sobre la ciudad y es tan atractiva desde la tierra como desde el cielo.

Los ancianos contaban que Cefalú, el antiguo pueblo de los Saraceni, fue una zona de vikingos, pero que de esos años solo queda la roca, la piedra y el mar. Hoy cuesta ver el oficio de la pesca artesanal porque ha dejado de llamar la atención de los jóvenes, sin embargo para los abuelos se trata de un proceso natural porque el suyo es un trabajo de sacrificios: sacrificio para el que se interna en el mar y sacrificio para las familias que deben aprender a convivir con largas temporadas de pesca que alejan a los hombres de casa. Así, los modos artesanales han sido reemplazados por métodos “más seguros y eficientes”, dicen los jubilados entre risas. Si bien hoy existen más alternativas de trabajo, los aires de nostalgia aparecen cuando se les escucha decir que ninguno de sus nietos heredó el oficio, realidad que lentamente va silenciando los saberes de los pescadores del pez azul, especie protagonista de la historia gastronómica de Cefalú.

Es cierto que el pasado de un pueblo también vive en su comida y modos de preparación, de ahí el valor de los platos típicos. Al dar un paseo por el Lungomare Giuseppe Giardina, la costanera y avenida principal, además de los estratégicos miradores a lo largo de la playa, existe una gran variedad de lugares que ofrecen distintas preparaciones del pez azul, junto con el atún, las anchoas y las sardinas. Pero si de platos tradicionales se trata es, al otro lado de la ciudad, en La Porta Giudecca, donde se cocina con tradición familiar. La Trinacria es el viejo nombre de Sicilia —que viene de la mitología greca— y es también el de un restaurante con agradables mesas a orillas del mar. Son más de veinte años preparando la pasta Taianu de berenjenas y carne, combinada con vino rojo siciliano y pescado azul, un plato imperdible por estos lados del mundo. Entre los dulces caseros destacan los Cannoli, algo parecido al cachito chileno pero de masa de hoja muy sutil relleno con crema de pistacho, almendra o chocolate, aunque el clásico lleva pastelera o, como dicen los italianos: “pasticcera”. Este es el lugar de la familia de Salvatore Castiglia, aquí trabajan Rosa (su esposa) y sus tres hijos Antonio, Angela y Andrea, encargados también de la venta de exclusivos alimentos gourmet y de la conservación de una completísima enoteca.

ENTRE REYES Y SACERDOTES

Detrás de la pequeña caleta se extiende la playa larga de Cefalú, aunque lo más interesante de ese lado de la ciudad es un pequeño mirador que ofrece una de las mejores panorámicas del pueblo desde donde se aprecia la magnitud de las dos torres principales de la Catedral, también conocida como la Basilica Menor, cuya altura sobresale por encima de las casas. La torre norte, a la izquierda del pórtico, representa el poder de la monarquía, y la torre sur, el de la iglesia; significados que nacen junto con su edificación, casi mil años atrás. Esta construcción romana, declarada Patrimonio por la Unesco el año 2015, está al centro de la Piazza Duomo (plaza de armas) y está rodeada de palacios aristocráticos.

El Corso Ruggero, que atraviesa todo el pueblo y pasa frente al Duomo, es la calle principal y en sus veredas se expresa el alma de Cefalú. En esta vía se encuentran dos de la iglesias más importantes: la del Purgatorio y la de la Addolorata. La lumachella, piedra calcárea que nace de La Roca, protagoniza cada rincón, especialmente los del casco antiguo, un desorden de calles estrechas donde se mezcla el arte bizantino con el normando; los callejones son de suelos adoquinados y empinadas pendientes, ideales para caminar y descubrir encantadoras placitas, además de numerosos edificios religiosos de gran valor histórico y artístico, como el Palacio Municipal, ex Convento Benedictino de Santa Caterina.

Si bien existe una amplia oferta de hoteles y pensiones, para aquellos que van en pareja y buscan descansar la vista en el azul turquesa del mar o nadar entre imponente rocas naturales, el Hotel Kalura —nacido en los setenta— es el ideal. Con impresionantes vistas y una amplia terraza comedor, desde donde se aprecia la inmensidad del océano, este lugar es más que un alojamiento, su piscina natural con rocas en el agua genera un entorno de cuentos que se conecta con el centro de Cefalú, a través de un sencillo paseo peatonal que bordea la costa. Caminar de noche conmueve, conmueve el silencio y, más aún, conmueve la llegada, después de veinte minutos de caminata, al casco histórico. Una especie de paraíso que parece del cine, donde las estrechas callejuelas con farolas de época generan una atmósfera en penumbra: misteriosa, mágica e imperdiblemente romántica.