«Cerro Tololo, una pequeña ciudad»

Por Arturo Gómez M.

En realidad, cada observatorio astronómico es una verdadera ciudad, la que posee innumerables construcciones en la cima de los cerros, para abastecer desde lo más normal a lo más increíble de aquellas cosas que, en una emergencia, se necesiten.

De partida, lo más importante es el agua. Muchos estudios se hicieron para saber en qué lugar tenían reservas de agua bajo tierra, cercano al Cerro Tololo. Increíblemente, la búsqueda se hizo con un método que siempre da resultados, aunque para muchos (me incluyo) resulta poco real o verídico, pero que, en esos años, fue positivo. Es el método de la varilla en forma de «V», que es llevada en las manos por el investigador y que, de pronto, se inclina, indicando el lugar de la «fuente de agua» que no se ve, pero que está allí, bajo sus pies. Bueno, esa fuente, encontrada con ese método tan rústico, duró muchos años, abasteciendo de agua al Observatorio Tololo. Posteriormente, cuando se secó ese lugar, la nueva búsqueda se hizo en un antiguo lecho de río, en donde se ocupan varias bombas que llevan el agua hasta la cumbre.

El observatorio, como los otros, cuenta con un tendido eléctrico que entrega 220 voltios y 50 ciclos, pero que se tienen que transformar a 110 voltios y 60 ciclos, pues es la energía que usan los instrumentos y accesorios, ya que ellos se traen desde Estados Unidos. En caso de que la energía eléctrica se interrumpa, entran a funcionar, después de veinte segundos, en forma automática, los generadores que siempre están activos. Todos los computadores e instrumentos no son afectados por esos veinte segundos de tiempo de interrupción, porque ellos están conectados a un set de baterías, independientes de la red principal de energía. Su sigla es UPS.

Hay edificaciones con dormitorios, casino y comedores en la cima del cerro. Además de garajes para la reparación de vehículos, cuando hay una emergencia. Algunas motoniveladoras para que, cuando cae la nieve y bloquea los caminos, los operadores de máquinas las saquen rápidamente y dejen las rutas despejadas para que suban y bajen los astrónomos y los técnicos.

Hay un gran abastecimiento de elementos electrónicos para reparar, al instante, cualquier falla que ocurra durante la noche de observación, aunque, normalmente, se cambia la unidad completa por otra nueva y se deja la reparación para el día siguiente. Eso significa que la observación que hace el astrónomo no se interrumpe por completo.

Poseemos un sistema de bomberos y carros que siempre están alertas, formados por nosotros mismos, después de unas clases de instrucción. Esas clases se repiten varias veces en el año, con ensayos y fuegos reales, para hacer más efectivo y real el entrenamiento.

Una espectacular biblioteca astronómica, ubicada al lado de la central telefónica, complementa las posibles dudas sobre algún tema que el astrónomo desee saber. Una amplia sala de juegos y de ejercicios se ubica en la zona de dormitorios, para que todos se mantengan en buenas condiciones físicas, si la estadía es muy prolongada. Para los amantes de la música, hay un piano electrónico, disponible las veinticuatro horas del día, con la opción de escuchar las notas y melodías con fonos, para no entorpecer a otros que estén cercanos.

Y como, al igual que en una ciudad, no debe faltar el combustible, hay un mini servicentro, para abastecer a todos los vehículos de la montaña, ya sea de bencina o petróleo.

Cada funcionario tiene su propia pieza y cama, la que no es ocupada por otra persona en su ausencia. Como podemos ver, esos lugares, conocidos como observatorios astronómicos, reúnen muchas comodidades, para que la estadía, que a veces es de una semana o más, sea similar o mejor que la que tienen en sus ciudades de origen.

Demás está decir que nadie paga por todas esas comodidades y alimentación, entregadas en la montaña a sus trabajadores. En los comienzos del observatorio de Tololo, hubo más de cuatrocientas personas trabajando en la cumbre de ese monte chileno.