Amazonas: Majestuoso

Un viaje fotográfico inolvidable a la selva más extensa del mundo. Cuatro miradas de un ecosistema maravilloso, cuyo destino se hizo prioritario para este grupo de amigos fotógrafos debido a la permanente amenaza causada por la deforestación y los incendios. Un hábitat inexplorado en su mayoría, que alberga una increíble diversidad de flora y fauna, como la emblemática águila harpía,  y que permite apreciar la naturaleza en todo su esplendor.

Texto y fotos: Rodrigo Gazmuri, Antonio García y Daniel Sziklai

«Para algunos era un sueño de niño, para otros, un destino único que había que descubrir. Lo cierto es que el 2019 decidimos partir a esta aventura, atraídos por la tremenda variedad y cantidad de especies nuevas, tanto de aves, como fauna en general.

La entrada la hicimos desde Ecuador, cuyo acceso es bastante más amigable y en donde contratamos a Miguel Hipo, un guía profesional con el que ya habíamos viajado anteriormente, porque si quieres aprovechar el tiempo al máximo, y efectivamente ver la fauna que estás buscando, es imprescindible contratar uno.

La selva es tan cerrada que el paisaje solo se puede apreciar desde los ríos o desde las torres de observación. Es sumamente fácil perderse si no vas con un guía conocedor de la zona

Durante diez días, los sonidos de la selva y la naturaleza nos cautivaron profundamente. Nos levantábamos a las cinco de la mañana y caminábamos hasta que se entraba el sol. Algunas veces también salimos de noche a hacer fotografías y a impregnarnos de los sonidos nocturnos de la selva. Es impresionante escuchar la noche.

Fotografiamos especies increíbles como el águila harpía, el sunbittern —una especie de garza que tiene un patrón único cuando abre sus alas—, los monos nocturnos que parecen peluches montados en lo alto de los árboles.

PAISAJE SUBLIME

Cuando planificamos el viaje, nuestro guía consideró un día de campamento lejos del lodge donde estábamos alojando con una tribu Pilchi. A pesar de la lejanía y lo pesado de nuestros equipos (bordean los diez kilos) decidimos hacerlo. Luego de una caminata agotadora de algunas horas, llegamos al spot donde un bote nos llevó a la otra orilla de la laguna de Mandicocha. Un entorno que ninguna foto podría transmitir ni representar la belleza del lugar.

Estar en un lugar tan increíble, en medio de tanta vida te hace sentir pequeño y vulnerable, y lo vives a concho. Es una experiencia alucinante difícil de describir.

La gente es muy sencilla, amable y en general muy cálida. Nos llamó la atención la habilidad de los nativos para encontrar las especies basándose en su vista y oído privilegiado. Es asombroso.

Lo más memorable fue la caminata para ir al lugar donde se fotografía el águila harpía. Según los guías locales era un trayecto de no más de una hora, pero nos tomó más de cuatro caminando en el barro bajo la incesante lluvia tropical, cruzando riachuelos, empapados y agotados. Pero al llegar al lugar y ver primero el nido con su pichón y luego a la madre que poco antes le había traído un mono de alimento, sentimos que todo el esfuerzo había valido la pena. Fue una sensación de misión cumplida.

En este tipo de viaje, la camaradería y la amistad  son fundamentales. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y hemos viajado harto juntos. La mitad del goce del viaje es compartir con los amigos esta pasión de la fotografía de naturaleza.

Las grandes experiencias que te marcan la vida, no pasan en la comodidad de tu casa o un hotel cinco estrellas, sino mojado, lleno de picaduras de mosquitos y quizás con alergia a alguna planta que te rozó y te dejó una hinchazón por algunos días.

Hay que cuidar nuestro planeta. Estos lugares son únicos. Vale la pena conocerlos para captar su belleza y así protegerlos. El paisaje es sobrecogedor y la vida vegetal y animal, abundante y exuberante, es tan diferente a la nuestra que sorprende, igual que nuestros estilos de vida, diametralmente opuestos. Pero estamos convencidos de que ellos son más felices que nosotros, con su sentido de comunidad”.