Paola Yancovic: La alquimista

escultora

La creadora de los siete arcángeles de piedra que están en Rapa Nui continúa su propio camino gracias a los secretos aprendidos de la forja que heredó de su padre. En un galpón del barrio Independencia, funde desechos de metal y los convierte en talismanes, runas celtas y un sinfín de objetos decorativos y poderosos, continuando con este oficio ancestral que cobra vida bajo sus avezadas manos. “Creo que en este minuto soy la última fundición que queda con el sistema ancestral, de moldear en arena fina y fundir con carbón coque. El volver a la raíz del hombre y ser un poco más artesano ha sido precioso”, asegura.

 Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés

Así como los hoyuelos que se le asoman cuando sonríe, otro de los distintivos de esta singular y preciosa mujer es el fundido rústico al que ha llegado después de años coqueteando con el poder del fuego. Porque Paola ha fundido metales toda su vida, como parte de la herencia familiar. “Es un trabajo maravilloso en el que te conectas con los cuatro elementos: el agua, la tierra, el aire y el fuego, y en el que ves cómo el metal se transforma. Es todo un mundo”.

Sobrina nieta en segundo grado de la mítica Lily Garafulic, esta escultora de origen croata —y vasca, catalana e italiana—, tuvo una infancia ligada a la fundición en la que siempre vio trabajar a su padre. “Desde chica supe que eso era lo mío. Siempre estuve relacionada con mi papá y con todo lo que él hacía ahí. Entremedio estudié publicidad, me casé, tuve hijos, pero mi pasión siempre estuvo ahí”.

¿Qué aprendiste de Lily Garafulic?
La Lily me hizo mirar diferente, me hizo descubrir la belleza de la naturaleza, de las cosas simples. Y también me dijo que yo tenía un don. Siempre digo que ese fue un encuentro mágico.

MUNDO DE METAL

En un galpón del barrio Independencia, al lado del cerro Blanco donde se fundó Santiago, Paola funde metal reciclado que más tarde dará vida a preciosas glorietas, barandas, portones y rejas. La fundición Yancovic, herencia familiar de la que ella se hizo cargo hace dieciocho años tras la muerte de su padre, debe ser la única que lo hace a la antigua usanza.

“No me vas a creer, pero esta fundición tiene tantos años que a veces, cuando escarbo, me aparecen verdaderos tesoros, como una estrella judía maravillosa a la que le saqué el molde y que incluí en mi colección de arte popular. Es una verdadera mina de oro. Mi papá era muy cachurero y siempre traía algo de los persas”, cuenta.

Tiene tres hijos, un negocio en ciernes con una amiga y a Buda tatuado en el corazón, igual que el símbolo OM. Lleva siete años haciendo talismanes a mano, hechos de metal reciclado y piedras, con la misma técnica que le enseñó su papá.

Al principio se llamaron “joyas esculturas” cuando las vendía en un exclusivo hotel del Soho, en Nueva York, pero eso cambió. “Quería hacer un arte popular, que fuera asequible para todos. Tratar de mantener la mente positiva es lo que me hizo llamarlos “talismanes de energía”. Sentí que se necesitaba energía, esperanza y cosas que te pudieras colgar y tocar en algún minuto, como una especie de conexión con algo. Tener un pedazo de alquimia contigo. Ese es mi proyecto con el que actualmente estoy trabajando en dos grandes tiendas”.

TALISMANES DE ENERGÍA

“Siento que fui una celta, una vikinga en otra vida, porque me encanta esto de los talismanes y las runas. No tengo mucha motricidad fina, uso la galletera y herramientas pesadas. Son una especie de joya pero más bruta, distinta, y llegaron por un tema energético. Lo mío sale de la tierra, hay muchos mensajes cuando trabajas con estos elementos, cambian las formas y los colores de las piedras”.

¿Las formas de los talismanes tienen un significado especial?
Claro que sí, la circular atrae la energía hacia ti, las cuadradas conectan a los cuatro puntos cardinales y las que tienen puntas se relacionan con la elevación espiritual. También los colores tienen su propia interpretación: el azul alude a la protección y la justicia; el rojo a la prosperidad y las buenas energías; el violeta es el color de la transmutación. El último color, que lo aprendí en Rapa Nui y que me encanta, es el negro, que es la obsidiana que sale de los volcanes. Significa la fuerza y la protección.

Paola funde el aluminio con silicio y cobre a 900°C. El reciclaje está presente en su trabajo: piezas de auto, pistones, tapas de faroles antiguos. “El material, al fundirlo a 900°C, es antialérgico. Es el mismo componente de la placa de Tesla, que dicen que saca los iones negativos. Para que veas lo poderoso que es este talismán, que al mezclarlo con piedras de colores potencia ciertos rasgos como la protección, la iluminación y la salud”.

Eso lo enseña en los cursos de talismanes que llegaron después. Los dio antes de la pandemia y fueron furor. “Me llegó hasta un cura”, comenta divertida, refiriéndose a José Yuraszeck del Hogar de Cristo.

¿Qué te inspira?
Siempre me levanto a las seis de la mañana, llueva, truene o salga el sol. Es mi hora de inspiración, de anotar cosas, de mirar. A mí me inspira la naturaleza, los amaneceres, me inspiran las piedras, los colores de la tierra, ver cómo el viento fue formando las montañas en San Pedro de Atacama. Tengo una conexión muy grande con la naturaleza, las piedras, el agua, el fuego. Mi inspiración son los cuatro elementos.

¿Quién hereda el saber, el oficio, el arte ancestral?
Me dediqué a enseñar a los pueblos originarios, dejé el legado en Rapa Nui y también en San Pedro de Atacama a través de la Fundación Tata Mallku de Francisca Cortés Solari. Creo que el legado va a seguir ahí. Los pueblos originarios valoran esta técnica ancestral y el oficio de fundición mucho más que acá.

Levanta la mirada, la sonrisa instalada en su cara de niña. “Toda la vida me pregunté cuál era mi propósito y es esto, enseñar lo que hago, dejar testimonio, videos, manuales. No sabes lo agradecida y feliz que estoy de cumplir esta misión”.