Arte y felicidad en el Himalaya

Por Jessica Luna

En la remota Asia, entre China e India, bordeado al norte por altas montañas y al sur por llanuras subtropicales, se encuentra el último reino del Himalaya: Bután. Este pequeño país, con no más de ochocientos mil habitantes, inspirador de mitos y leyendas, valorador del arte, la tradición budista y su particular filosofía acerca de la Felicidad Interna Bruta, deja entrever una visión particular de las artes y oficios.

Bután, el autodenominado Reino del Dragón del Trueno, mantiene una de las arquitecturas más tradicionales del Tíbet, con numerosos Dzongs, ancestrales fortalezas y monasterios, y señoriales casas seculares y cotidianas. Estas edificaciones se suelen estructurar en marcos de madera y muros de contención en piedra y tierra. Se caracterizan por accesos multicolores de madera, pequeñas ventanas en los primeros pisos que aumentan en tamaño y colorido hacia los pisos superiores, terminando con techos inclinados. Todas ellas se han elaborado sin planos y con la prohibición del uso de clavos y barras de fierro, demandando la ejecución de expertos artesanos. Ellos son herederos de una particular creatividad desarrollada gradualmente a lo largo de los siglos, transmitida entre generaciones y vinculada a un oficio específico.

En el Reino del Dragón del Trueno, cada pieza de artesanía representa la conexión con algo que los sobrepasa e ilumina creativamente, constituyendo esto una parte esencial de su cultura. Estas artes y oficios tradicionales se conocen como Zorig Chusum (Zo: capacidad de hacer, rig: ciencia y Chusum: trece), y fueron categorizadas desde el siglo XVII en trece artes y oficios tradicionales de Bután. Se enseñan desde 1971 en el Instituto Nacional de Zorig Chusum, lugar donde los jóvenes estudian, durante cuatro a seis años, los aspectos de la representación de los valores espirituales en cada una de las artesanías, transitando desde lo cotidiano a lo sublime. Algunas de estas artes son la pintura, la escultura, el tallado, la carpintería y la mampostería.

El cuidado en el detalle, el equilibrio a través de la simetría, la naturaleza de los temas, y el audaz empleo del color, crean una manifestación perfecta que debe siempre ser anónima. Distante al concepto de arte que intuitivamente nuestro colectivo aprecia, el de Bután está implícita y explícitamente condicionado al bienestar del ser, con un fuerte sentido del universo interno y en permanente diálogo con su entorno natural. Su doctrina filosófica, que propicia la transformación individual y social, desarrolla cualidades de conciencia, bondad y sabiduría, lo que constituye para algunos el camino al estado de Budeidad. Condición de pura e indestructible felicidad, independiente de las circunstancias personales; de la libertad perfecta y absoluta, caracterizadas por la sensatez, el coraje, la compasión y la fuerza vital.