La magia está en los dedos

Por Marcelo Contreras

Una viñeta mostró a Eddie Van Halen parado en el extremo del clavijero de su guitarra eléctrica mientras Dios lo anima desde una nube: “Jump!”. Tierno y triste, el mundo se triza cuando mueren los ídolos. A pesar de la obra, es una luz que se apaga en el mapa de los favoritos, una estrella menos. No son tus amigos exactamente, pero resultan cercanos porque muchas veces acompañan desde la infancia. Por automático recuerdas momentos y aventuras con las canciones como banda sonora.

Para la generación criada en los 80 Van Halen era sinónimo de fiesta, espectacularidad y extravagancia, sellados con esa sonrisa de niño pícaro de Eddie paseando elástico y a toda velocidad por el mástil de la guitarra urdiendo riffs y solos alucinantes, con el tono de una invitación a carretear al aire libre cerveza en mano coreando sobre sobre sexo y joda, temas recurrentes en el rock desde siempre.

Los videos de Van Halen hoy son imposibles. Hot for the teacher sería motivo de censura inmediata con esa sala de clases a cargo de una voluptuosa profesora que se transforma en striper con los niños felices, o las tomas al bajo de Michael Anthony con la forma de una botella de Jack Daniel’s, que en su momento fueron un quebradero de cabeza para MTV por violar estrictas reglas de placement.

Van Halen tiene cartón completo en conductas inapropiadas y reñidas con los actuales códigos, incluyendo la cosificación de la mujer y la alegoría al desenfreno. Eran otros días cuando los músicos de rock tenían licencia para comportarse como salvajes destruyendo hoteles, bebiendo como corsarios y seduciendo sin descanso.

Sammy Hagar era infinitamente mejor cantante y músico que David Lee Roth, pero la encarnación de la parranda y los aires de cabaret son marca registrada de Diamond Dave, como también se conoce al rubio vocalista, una improbable mezcla entre artista marcial y chica del caño agitando la melena con chillidos.

Los mejores años de Van Halen fueron en la conservadora era Reagan cuando se decidió que los discos debían llevar un adhesivo advirtiendo letras explícitas para prevenir a los padres. Bajo esa lógica, Van Halen maleducó a una generación completa eternamente agradecida.