Artesanía chilena: Vivir la identidad  

Este mes patrio quedará en nuestra memoria porque, debido a la pandemia, no pudimos salir de casa a disfrutar de las fondas, volantines y cuecas chilenas. Por eso quisimos hacer un recorrido fotográfico por distintas tradiciones y artesanías que nos recuerdan un poco de nuestra identidad nacional.

 Por María Inés Manzo C. / Fotografía archivos Tell Magazine

Septiembre, nuestro mes patrio, es el periodo donde se rescatan con mayor fuerza las tradiciones más arraigadas de la chilenidad y el folclore nacional. Pero muchas de ellas están presentes todo el año de la mano de los antiguos oficios y artesanía local. Los chanchitos de greda de Pomaire, los artesanos de estribos y espuelas, o los clásicos organilleros que nos alegran con su música y coloridos remolinos, son sólo algunos de ellos.

Una de las zonas que destaca por su rica artesanía chilena es la región del Maule, donde podemos encontrar tesoros y tradiciones que han pasado de generación en generación, como las chamanteras de Doñihue, el tejido de mimbre de Chimbarongo, el trabajo en cacho de vaca o los famosos sombreros de teatina.

EL CHAMANTO

El chamanto es un poncho o manta tradicional de la zona central de Chile, que es tejido principalmente con hilo de seda y lana a doble faz, donde uno de sus sellos más distintivos es la complejidad de sus ilustraciones, dibujada por el cruce de los hilos. Considerada una prenda indiscutida del huaso chileno, ha sido usada en rodeos, cuecas, ceremonias yvestido por distintos presidentes.

El único lugar de Chile en donde aún se mantiene la tradición de los tejidos de chamantos es en la comuna de Doñihue, lugar en la que están las mejores chamanteras que han ido pasando este oficio entre abuelas, hijas y nietas (bajo la Asociación de las Chamanteras de Doñihue). Es más, no hay huaso o corralero que no haya venido a este pueblo a comprarse un chamanto especial. Incluso algunos mandan a hacer sus propias mantas con coloridos dibujos de la flora y la fauna chilenas.

La confección de estas tradicionales mantas demora entre cuatro a seis meses y se diferencian en que el chamanto para correr es más liviano, largo y rápido de tejer, porque no lleva diseño. En cambio el chamanto tradicional es mucho más pesado, con variados diseños y doble faz, es decir, se puede usar por ambos lados o dos caras (una para el día y otra para la noche).

 MIMBRE EN CHIMBARONGO

 Chimbarongo, ciudad y comuna de la provincia de Colchagua, es conocida nacionalmente por la producción y creación de todo tipo de objetos para el hogar hechos en mimbre (fibra natural de un arbusto de la familia de los sauces). Incluso tienen sus propia feria, Expomimbre, en el mes marzo, donde reciben visitantes de todo Chile (este año celebraron su quinceava edición).

El tejido o las tramas son las típicas artesanías que podemos encontrar y quienes pasan por fuera de este pueblo, pueden ver con facilidad los puestos con los clásicos canastos, cestos, muebles (principalmente mesas, sillones y sillas para terrazas o jardines), revisteros, cunas, casitas para mascotas, juguetes para niños, entre muchos otros. Además de lo tradicional también hay quienes han experimentado en su taller con técnicas para crear objetos y mobiliarios más vanguardistas y modernos, como por ejemplo, pantallas para lámpara (para la destacada firma Made in Mimbre).

El proceso para realizar tejido en mimbre no es nada fácil, pues requiere maquinaria y tratamiento especial para obtener ciertos largos, formas y tonos (café oscuro, tostado y crema). Estos últimos se obtienen, principalmente, en procesos donde se sumerge por meses el material en barro o en bateas con agua hirviendo.

CACHO DE VACA

 El cacho de vaca, tradicionalmente, ha sido usado como un recipiente para beber, tanto en el mundo campesino como para algunas celebraciones. Es más común su aparición durante las fiestas patrias, cuando se usa para beber chicha y en el brindis inaugural del presidente en la parada militar.

Los artesanos también la han usado para elaborar distintos utensilios de cocina, principalmente cucharas, cuchillos, saleros o pinchos. Pero en zonas como Talca y Graneros se le ha dado un giro mucho más interesante para crear joyas de fina factura, por ejemplo, collares, aros, anillos, brazaletes y todo tipo de accesorios, que por sus texturas son únicos e irrepetibles (con diferentes calados y formas).

Pero la exploración de materiales ha llevado a combinar el cacho de vaca con aplicaciones de plata, cobre, madera, crin de caballo, lapislázuli, entre muchos otros, logrando el salto de una artesanía simple a una joyería más contemporánea.

 SOMBREROS DE TEATINA

La teatina —comúnmente conocida como paja teatina—, ha sido usada principalmente en la cestería y sombrerería, pero también para la elaboración de carteras, joyas y pesebres. Este trabajo ancestral, que se remonta a doscientos años atrás en la región de O’higgins, hoy tiene un importante legado en el pueblo de La Lajuela, comuna de Santa Cruz, y que ha pasado a través de varias generaciones.

Su principal trabajo se centra en la confección de las tradicionales chupallas, característicos sombreros de la zona central, usado por huasos y campesinos (con distintos colores y trenzados). La recolección de esta fina paja de trigo se realiza en sectores del secano costero y luego que es cortada se espera a que esté más madura y seca. Posteriormente, se limpia la espiga para ser seleccionada por grosores.

Para su confección el trabajo es tremendo, pues demanda muchas horas y dedicación, ya que los sombreros son de una sola pieza y se les va dando forma con la mano. La calidad depende del tratamiento que se le dé a la paja (si esta es fina o muy gruesa), como también de la forma del trenzado. Un arte popular que ha sido reconocido tanto en Chile como en el extranjero.