Rogers Escalup: Al todo o nada

CEO Cicla3D

Ha sido campeón de todo lo que ha emprendido: los estudios, el básquetbol y los negocios. Y es que Rogers Escalup apuesta en grande y su secreto es “darlo todo”. Hoy, autoconfinado en su empresa de filamentos para impresoras 3D, Cicla3D, trabaja dieciséis horas diarias para seguir cumpliendo sueños, esta vez el más importante: ganarle al coronavirus fabricando elementos de protección personal.

Por Monserrat Quezada L.

A los veintiséis años, pareciera que lo ha hecho todo. Rogers Escalup ha ganado campeonatos deportivos, ha vivido fuera de Chile y hoy se desempeña como un exitoso empresario que ni siquiera alcanzó a vivir el temido “valle de la muerte” del emprendimiento, a pesar de haber empezado su negocio justo en octubre del año pasado, el mes del estallido social. ¿Cómo lo logra? Vamos por parte.

Rogers Escalup nació en Concepción en el año 1994, y vivió toda su vida en Talcahuano. Siempre le gustó mucho el básquetbol, pero no fue hasta la enseñanza media cuando empezó a practicarlo regularmente. Así, llegó su primer gran triunfo: estudiar en el Colegio San Ignacio con una beca deportiva. “Me demoraba una hora en tren desde Talcahuano hasta San Pedro de la Paz, pero valía la pena, porque era un equipo muy bueno. Pese a ser un colegio —y no un club deportivo—, teníamos un gimnasio bien equipado y entrenábamos cuatro días a la semana. Eso dio frutos, ya que fuimos campeones regionales y nacionales. Es una etapa que recuerdo con mucho cariño”, cuenta.

Se decidió por Ingeniería Civil Mecánica, por su gusto y talento para la física, matemática y finanzas. Además, quería algo que fuera desafiante, y lo encontró. “Me había picado el bichito de vivir en el extranjero, por lo que en ese momento postulé a todas las becas que pude y, finalmente, me gané una para desarrollar un proyecto de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Maine, Estados Unidos”.

ROGERS EMPRENDEDOR

Allá, Escalup disfrutó la película gringa completa, incluso viviendo en la casa de una fraternidad universitaria, además de trabajar en el lugar donde está la impresora 3D más grande del mundo. “Era un laboratorio con equipamiento de millones de dólares, financiado por el ministerio de defensa. Recuerdo que entré y había un aspa de turbina eólica gigante, tomé una foto y me tocaron el hombro para decirme que estaban prohibidas porque todo era información confidencial. Era otro mundo”.

La primera vez estuvo cuatro meses allá, en el 2017, mientras desarrollaba el proyecto, y le encantó. El enamoramiento fue correspondido porque posteriormente la National Science Foundation le pidió que impartiera una presentación de la investigación, así que volvió por dos meses más con todo pagado. Desde entonces vuelve todos los años.

¿De qué se trataba el proyecto?
Era sobre el desarrollo de filamentos de impresión 3D en base a materiales compuestos. Se trataba de estudiar cómo mezclar plástico con madera para lograr un filamento, que es la “tinta” de una impresora 3D. En base a ese proyecto desarrollé, además, mi tesis de la carrera, y mi empresa actual, todo gracias a lo que conocí allá, cuando hubo un boom en esta tecnología.

Cuando volvió, se dio cuenta de que su carrera lo había formado muy bien en lo técnico, pero le faltaba saber cómo empezar a emprender, que era el desafío que se había planteado ahora. “No tenía ni conocimiento ni plata, sólo una idea, así es que entré a la incubadora de negocios de la UdeC, IncubaUdeC, a tomar algunos cursos y participar en torneos de emprendimiento”. En ese entonces ya cursaba quinto año de la carrera y había decidido seguir entrenando, pero en el básquetbol amateur, porque quiso que su emprendimiento ocupara el primer lugar en su mente y su tiempo.

Ganó un torneo de emprendimiento regional y postuló a un fondo de CORFO que solicitaba tres millones de pesos de cofinanciamiento. “Fue una gran casualidad porque para poder obtener diez millones, necesitaba conseguirme tres, y participé en un torneo nacional organizado por Inacap donde competí con otros veinticinco emprendimientos y el premio mayor eran justo tres millones. Lo gané”. El premio lo complementaba un curso de emprendimiento de un mes en la Universidad Politécnica de Valencia.

Cuando volvió de España, era hora de poner en práctica todo lo aprendido y montar la empresa en serio. “Se sumó Madesal como inversionista y empezamos oficialmente. Los primeros meses fueron sólo gastos, montar equipos, y en octubre del año pasado por fin abrimos las ventas. Fue el peor momento posible porque vino el estallido social. En diciembre repuntamos un poco por la Navidad, pero luego vino el segundo golpe, el de la pandemia. Marzo fue súper duro también, pero el hecho de que estuvieran cortados los canales de distribución de todos los productos significó que había que empezar a fabricar, y ahí la impresión 3D agarró fuerza. Y nosotros como fabricantes, con materiales diferenciados, nos sumamos y aprovechamos el momento. En toda crisis hay una oportunidad y era el momento de ponerse al servicio de las necesidades. Y así, quienes teníamos impresoras 3D, empezamos a fabricar protectores faciales, mascarillas. Incluso nos pidieron material antimicrobial con partículas de cobre y, por supuesto, dijimos que sí.

¿Cómo fue el cambio de comercializar filamentos para impresoras a un producto terminado como las mascarillas?
Nuestra línea principal siempre han sido los filamentos, pero la demanda de mascarillas era tanta, que nos quisimos sumar junto a varias empresas e instituciones. Trabajamos con un diseño que estaba en internet y que fuimos adaptando según los requerimientos locales. Otra empresa puso los filtros. Fue un éxito total. Ahora desarrollamos filamentos, mascarillas y protectores faciales. Voy a cumplir tres meses trabajando dieciséis horas diarias, sin fines de semana. Nos vinimos a hacer la cuarentena a la empresa, por lo que hasta instalamos un gimnasio y duchas. Ha sido duro, pero gratificante. Lo haría mil veces más a ojos cerrados, porque no siempre se tiene la oportunidad de ser un aporte ante un problema de esta envergadura.

¿Qué productos ofrece Cicla3D?
Tenemos tres tipos de filamentos: uno de material biodegradable, otro reciclado y recientemente agregamos uno con nanocobre. Vendemos toneladas mensuales. Además, con estos filamentos fabricamos mascarillas y protectores faciales, y también abastecemos a personas que las fabrican. La demanda es tanta que se requiere un trabajo colaborativo, si no, no se logra suplir. En ese mismo espíritu de colaboración fuimos rediseñando una mascarilla, y fue un gran éxito, sobre todo cuando hubo un desabastecimiento crítico. Fue el producto estrella porque solamente hay que cambiarle el filtro cada cierto tiempo. A eso le sumamos el protector facial. Fue un éxito. Cualquier persona que lo requiera, puede adquirir este pack o uno de los productos, podemos vender desde uno hasta miles. Tenemos provisión.

Mencionabas que trabajaban con material biodegradable y reciclado, ¿es importante ese tema para ustedes como empresa?
Absolutamente. La economía circular es uno de nuestros pilares motivacionales. Tenemos una línea de filamento cien por ciento reciclado, que gracias a la impresión 3D puede convertirse en cualquier cosa. Tenemos clientes que hacen desde maceteros, lámparas, juguetes, hasta piezas de ingeniería. Hacer eso desde basura, obteniendo un producto de tan alta calidad, es muy gratificante.

¿Cómo vislumbran el futuro?
La empresa tiene formalmente un año y medio de antigüedad y no puedo creer lo que hemos logrado, obviamente con el apoyo de Madesal, CORFO e IncubaUdeC. Si bien no todos los días son domingo, estamos muy contentos con lo que hemos logrado. Hoy son las mascarillas y probablemente lo sigan siendo por algún tiempo, pero para el futuro, estamos atentos y a disposición de lo que se requiera. Eso nos llevó a que nos contactaran desde una aceleradora de negocios en Tampa, Estados Unidos, hasta donde iremos en agosto para ver la posibilidad de tener una sede allá. Todo se ha complicado con los acontecimientos y el estallido social que están viviendo en ese país también, pero ya obtuvimos una beca de aceleración de la Nielsen Foundation. Todo ha sido atómico y rápido así que ni lo asimilo, simplemente sigo trabajando duro y tratando de hacer las cosas bien. La motivación te ayuda a trabajar así.