Cuarentena astronómica

Por Arturo Gómez M.

¡Quién se hubiese imaginado que un insignificante bicho microscópico nos iba a tener, a nivel mundial, sobre la cuerda floja! Cerramos negocios, trabajos, casas, centros de estudio y lugares tan apartados de las ciudades, como los observatorios astronómicos.

En estos lugares tan limpios y lejanos de las ciudades, los cielos están prácticamente libres de nubes, atmósferas claras y transparentes, con cero contaminación de esmog y polvo en suspensión. Con un número moderado de técnicos e ingenieros trabajando a más de dos mil doscientos metros de altura. Contando también a todos los trabajadores que, en forma indirecta, apoyan a los cientos de astrónomos que vienen desde diferentes partes del mundo a Chile, a ocupar los potentes telescopios instalados en la zona norte de nuestro país.

Hoy, esos centros están cerrados y sin astrónomos. Ya no hay observaciones y en lo que antes era un mundo lleno de vida nocturna, ahora se ven solamente unas cuatro o cinco personas caminando y chequeando que todo esté bien en la cima de los cerros. No nos cabe duda que miles de trabajos e investigaciones han quedado sin sus datos durante algunos meses.

Cuando se investigan variaciones en la intensidad de luz de las estrellas, se registran en curvas continuas que indican altos y bajos en magnitudes de brillo. Un gran corte y discontinuidad se apreciará, por el momento, durante los meses de marzo, abril y mayo en ese historial de muchas estrellas, llamadas “Variables». Es como no ver, por algunos años, el desarrollo de alguno de nuestros hijos o de algún familiar.

Muchas supernovas se han dejado de observar en estos meses y son muy importantes, ya que corresponden a la muerte violenta de una estrella en otras galaxias. Pero al no poder ir los astrónomos a los observatorios, y tampoco los funcionarios que trabajan en la montaña, se ideó el sistema de «trabajar en línea». Se hacen conferencias, cursos, reuniones y se proyectan ideas para cuando regresen a sus puestos de trabajo.

Aun cuando la gran mayoría de los observatorios poseen telescopios robóticos, que se operan desde las universidades o lugares de estudio, no se pueden usar en ese modo, porque cualquier falla que suceda durante la observación podría ser peor, al no haber soporte técnico instantáneo.

En estos momentos y desde hace ya algunas semanas, nos acompaña un interesante cometa, que fue visible fácilmente desde estas latitudes de Chile. En estos días su movimiento hacia los cielos del hemisferio norte, lo hacen casi invisible para nosotros, no así para Europa, EE.UU. y todo el hemisferio norte que ya lo está disfrutando con pequeños telescopios. Incluso con binoculares ya es un bonito espectáculo.

Con la cuarentena que tenemos en Chile, he podido observar con mi telescopio, desde el patio de mi casa, en La Reina, Santiago, a este inesperado visitante cósmico, cuando aparecía, alrededor de las cuatro hasta las seis de la madrugada, cuando el cielo comenzaba a iluminarse por la llegada del amanecer y, a su vez, a hacerse más débil el núcleo del cometa.

Fueron decenas de fotografías que obtuve cada noche y se veía cómo, durante esas noches, el cometa aumentaba de brillo (la palabra adecuada en astronomía es «magnitud»). Afortunadamente para mí, tuve muchas noches despejadas que, en el lenguaje astronómico, se denominan «noches fotométricas», es decir libres de nubes y con una transparencia, en la atmósfera, espectacular, ya que la ausencia, durante el día, de vehículos de la locomoción particular y colectiva, ayudó a tener noches limpias y claras.

Hoy en día me he dedicado a fotografiar a la Luna, que aparece por sobre la Cordillera de los Andes bastante más temprano. La observación de la Luna se produjo hace unos días cuando tuvimos luna llena, llamada «Superluna», y se vio más brillante y de mayor tamaño, ya que estaba en su perigeo, es decir, en su parte más cercana a la Tierra. La órbita de la Luna no es un círculo, sino que es una elipse, es decir, semialargada, como un huevo.

Veremos qué sucede en los próximos meses y esperaremos, impacientes, a que los telescopios vuelvan a funcionar y a entregarnos bellas imágenes que, en estos momentos, desconocemos totalmente, de qué está sucediendo a miles y millones de años luz en el espacio.