Ximena Sepúlveda: Ciberabogada

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Las nuevas tecnologías llegaron como una ola y la sociedad se divide entre quienes dan manotazos en el agua y quienes pueden surfearla. En este último grupo se ubica Ximena Sepúlveda, una abogada recientemente reconocida por su aporte en ciberseguridad, que unió su gusto por este tipo de avances con su pasión por la protección de datos e ideas.

Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.

Cuando Ximena llega a su casa por la noche, sin importar lo largo y cansador que haya sido el día, se siente plena cuando puede cocinar con una copa de vino, escuchando la música que le gusta. Y vaya que tiene días agitados.

Esta abogada de la Universidad de Concepción no solo es docente y jefa de la Unidad de Propiedad Intelectual de esa casa de estudios, sino que además es socia de su propia oficina, Schubert y Sepúlveda, y de su recientemente creada empresa Ciberlaw, equipo multidisciplinario que se dedica a asesorar a las empresas en protección de riesgos informáticos. Además, cocina, viaja, lee, ve mucho cine y practica deportes.

Vamos por parte, ¿por qué decidiste estudiar Derecho?
Porque cuando pensaba en una carrera que debería ejercer para el resto de mi vida, solo Derecho me llenaba el gusto. En paralelo, cuando era más chica —sobre todo mis padres— me repetían hasta el cansancio que “debería ser abogada por lo buena para alegar (ríe)”.

Después de egresar, Ximena se dedicó unos meses al ejercicio libre de su profesión y luego postuló para trabajar como fiscal. “Fui muy ilusa, porque llevaba muy poco tiempo  titulada y pensaba que lo iba a lograr. De todas maneras, quedé en una terna y finalmente me nombraron asistente fiscal en Concepción, en donde estuve nueve exactos meses, para luego ser nombrada fiscal de Talcahuano en donde estuve cerca de cinco años”.

Con posterioridad, la contactó quien en ese tiempo era el director de investigación de la Universidad de Concepción, Jaime Baeza, quien le señaló que tenía como meta incrementar el número de patentes de invención en la UdeC, a través de la Unidad de Propiedad Intelectual (UPI). “Yo no sabía nada de la materia, y se lo dije, comprometiéndome a hacer mi mejor esfuerzo, ‘me gusta estudiar y tengo una inagotable capacidad de trabajo’, le dije, y él aceptó. El sueldo era la mitad de lo que me pagaban en la fiscalía, pero me daba la libertad de trabajar en el ejercicio libre, que era a lo que yo aspiraba, así que acepté, y ya llevo doce años liderando a ese gran equipo de mujeres que componen la UPI”.

El trabajo que Ximena realiza en la UdeC consiste en asesorar, motivar y acompañar a los investigadores en el proceso de proteger sus avances, principalmente en materia científica, por medio de patentes, y también aquellos trabajos que califican para otro tipo de protección, como el derecho de autor. En paralelo es responsable de visar todos los contratos que en su área suscribe la UdeC.

¿Qué logros has tenido en cuanto a tu rol en la UPI?
A nivel institucional nos ha ido siempre muy bien en números de patentes. Tenemos un excelente equipo, de distintas disciplinas, y ello nos da una sinergia asombrosa. Nuestros académicos tienen una alta productividad científica, y ese espíritu persecutor que me quedó de mis tiempos en la fiscalía, me ha servido para perseguirles (ríe) y convencerlos de que es muy importante proteger las invenciones. Debo recalcar que siempre ha habido buenas autoridades, buenas políticas internas y ello ha contribuido a que siempre estemos en el primer o segundo lugar del ranking de patentamiento a nivel nacional.

CIBERDERECHO

Además, la abogada enseña las asignaturas de Derecho de Autor y Propiedad Industrial a los estudiantes de Derecho de la Universidad de Concepción y, tal como quería, practica su profesión a través de sus emprendimientos.

¿Cuándo nació Schubert y Sepúlveda?
Hace cinco años. En la primera oficina en que participé cuando salí de la fiscalía empezamos a hablar del compliance, la disciplina del derecho que tiene por objeto evitar la responsabilidad penal de las personas jurídicas. Algunos años más tarde, cuando nació Schubert & Sepúlveda, además de dedicarnos al derecho penal, seguimos en el tema, pero nos enfocamos en la gestión de los riesgos informáticos en las empresas. Eso porque notamos que internamente no existían normas eficaces que evitaran, por ejemplo, el robo o pérdida de información cuando un trabajador se iba a la competencia, o la comisión de fraudes. Las instituciones invierten, principalmente, en antivirus, pero no en políticas para regular lo que pueden o no hacer sus trabajadores respecto de la información de la compañía o en el ciberespacio. Entonces, dentro de Schubert y Sepúlveda generamos una sociedad paralela que trabaja el tema de ciberseguridad, que se llama Ciberlaw, en la que combinamos, en la gestión de riesgos informáticos, el derecho y la informática. La idea es crear e implementar en la empresa, en conjunto con sus trabajadores, normas que establezcan qué conductas son aceptadas y cuáles no, en relación a la seguridad digital. Suena muy sofisticado, pero son reglas simples que minimizan mucho los daños y la responsabilidad que muchas veces puede recaer en la empresa o en su gerente general.

A partir de este tema es que conduces actualmente el programa de televisión Derecho al futuro, ¿cómo surgió eso?
La ciberseguridad combina la propiedad intelectual, derecho a nuevas tecnologías y derecho penal, que son los tres temas que más me apasionan y que confluyen en la ciberseguridad. En 2017, organicé un seminario en la Facultad de Derecho, y a una persona del canal TVU que estuvo presente le pareció interesante para desarrollar un programa. Yo nunca había hecho televisión y me pareció un desafío entretenido y lo armamos, al principio casi con puro empeño. Con el tiempo se ha transformado en un divertimento; permitirme algo que nunca en la vida me hubiese imaginado hacer por pudor o por los clásicos límites que sobre todo las mujeres nos autoimponemos de no sentirnos tan capaces como se requiere.

¿Cómo les ha ido?
Ha sido muy interesante. Ya vamos en la segunda temporada y he podido conversar con personas muy diversas y de temas variados, obviamente dentro del área. Así, por ejemplo, hemos tenido de invitados desde la seremi de la mujer, hasta expertos en cibercrimen y ciberseguridad, y hemos tratado temas como ciberbullying, los delitos informáticos, transformación digital, e incluso temas más sociales que tienen que ver con el presente y futuro del país, como los alcances de una nueva constitución, uso de big data en resolución de conflictos sociales, entre otros.

A raíz de tu trabajo en esta materia recibiste un premio recientemente, ¿de qué se trata?
Es un reconocimiento que otorga la Alianza Chilena de Ciberseguridad, una instancia en la que se unen el ámbito público, el privado y la academia para promover la ciberseguridad en Chile y en la región. Ellos me nominaron en conjunto con otras veintisiete mujeres destacadas de distintas disciplinas, a quienes nos reconocieron en una ceremonia en la Cámara de Comercio de Santiago. Fue un gran honor, pero también lo veo como una responsabilidad, que en mi opinión consiste en congregar a más mujeres en este tipo de disciplinas, en que solo el doce por ciento, aproximadamente, son congéneres. Al final, todo se trata de atreverse, de dar el salto, poner todo nuestro sacrificio y trabajo destinado a cumplir las metas y ya está. No hay otra receta para el éxito.

Entre todas tus actividades, ¿cuál consideras tu mayor logro?
Es difícil elegir porque he hecho cosas muy distintas. Sin embargo, creo que donde alcanzo mayor satisfacción es en la docencia, y digo docencia y no “hacer clases” porque creo que son cosas distintas. Agradezco tener la posibilidad de influir positivamente en personas que se están formando. Cuando se es alumno, en general, se posee poca conciencia de que es necesario estudiar no solo por aprobar, sino porque el estudio es una herramienta que nos permite llegar al conocimiento para construirnos como profesionales capaces, y así tener herramientas para surgir. Mi objetivo, más que “pasar materia”, es hacer que los alumnos internalicen eso y se valoren con las capacidades que pocas veces reconocen tener. Cuando se ven en esa dimensión, ya no es necesario catetearlos para estudiar, ellos me piden material de estudio optativo. Eso me alegra el alma.