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Por Marcelo Contreras

MIDNIGHT DINER: TOKYO STORIES (NETFLIX)

Cuando aparece en la oferta de Netflix el anuncio de esta serie conduce a equívocos, porque fácilmente se asocia con la infinidad de producciones gastronómicas que reinan en pantalla desde hace una década. Nada de eso. Midnight Diner es una comedia agridulce en dosis precisas con episodios de veinticuatro minutos, basado en el manga de Yarō Abe.

“Cuando la gente termina su día y se apresura para llegar a su casa, empieza mi día”, dice una voz en off que resulta ser del dueño, cocinero y único dependiente de un pequeño restaurante en el céntrico e intenso barrio de Shinjuku en Tokyo, cuya cocina se enciende a partir de la medianoche hasta las siete de la mañana. El personaje no tiene nombre y advierte de las condiciones de su carta que se resume en sopa de miso con cerdo, cerveza, sake y shochu, aunque también prepara platos a pedido de los comensales.

Bajo esa misma lógica, la serie contrasta una estructura básica, un menú suscrito a las conversaciones en la pequeña barra de los distintos personajes, alternadas con breves locaciones y fugaces tomas de la espectacular capital nipona, y una variedad de historias sencillas e ingeniosas que se multiplican como los platos del maestro según la orden de los clientes.

Con diez capítulos en cada una de sus dos temporadas, Midnight diner: Tokyo stories tiene algo de teleserie por lo histriónicas que suelen ser las interpretaciones dramáticas japonesas para los estándares occidentales. A la vez posee un encanto alternativo a las temáticas recurrentes de las series más aclamadas y masivas. Ternura y una arrulladora melancolía suavizan la soledad urbana y la búsqueda del amor de figuras noctámbulas—actores, empleados, apostadores, prostitutas y chulos integran la galería de personajes—, envueltas en el atractivo eterno de la noche y sus recovecos.