Pymes y competitividad en Chile

Por Alejandra Mustakis. Presidenta Asociación de Emprendedores de Chile Asech

Es tiempo de comenzar a creer en la innovación abierta para mejorar los puntos débiles y crear una nueva cultura empresarial que se potencie en base a la innovación externalizada.

Hace algunas semanas, el Word Economic Forum dio a conocer el ranking global de competitividad, en donde Chile se consolida como la economía más competitiva de Latinoamérica. En el informe, que mide los factores de productividad de 141 países a través del cruce de información estadística con encuestas de opinión ejecutiva, Chile mantuvo, por segundo año consecutivo, la posición 33 y evidencia, en su versión 2019, un repunte de 0,3 puntos porcentuales en la calificación, al obtener 70,5 puntos. Con ello el país, al igual que en la versión anterior, lidera con holgura en la región superando a México, Uruguay, Colombia y Costa Rica.

No obstante, el resultado es también un llamado de atención sobre los desafíos por abordar, especialmente en nuestra capacidad de innovación y adopción de tecnologías de información (TICs), lo que deriva también en la debilidad que actualmente tienen las empresas para adoptar ideas disruptivas, lo cual debería preocuparnos enormemente como país.

El gasto en Investigación y Desarrollo (I+D), alcanza 0,36% del PIB durante el 2017 (el más bajo de los países OCDE). En montos, llega a cerca de US$ 985 millones, siendo la menor cifra desde el 2014, cuando se situó en US$ 970 millones.

Un desafío que debe enfrentar el Estado chileno. Pero también es un problema del que la empresa privada debe hacerse cargo. Según el último boletín sobre nivel e intensidad de gasto en I+D de las empresas en Chile, elaborado por la División de Innovación del Ministerio de Economía, el gasto en I+D financiado por las empresas alcanza cerca del cuarenta por ciento del total que desembolsa el país. La inversión, sin embargo, está muy lejos de alcanzar a sus pares de la OCDE, ya que las firmas locales son las cuartas que menos dinero ejecutan en I+D entre los países que componen el organismo. Así, por ejemplo, quedan muy lejos de sus pares israelíes, coreanas, y japonesas, que ejecutan cerca del ochenta por ciento del total de dinero destinado en I+D en sus países.

Es en este contexto que me atrevo a decir que los emprendedores son una luz de esperanza para ir sorteando vallas. En mi día a día del trabajo con emprendimiento e innovación puedo ver un gran potencial por parte de las pymes nacionales. Se realizan excelentes propuestas, se implementan soluciones a problemas reales y prácticos, y lo mejor, es que muchas de estas innovaciones tienen una positiva repercusión en lo que se refiere a impacto social.

Las micro y pequeñas empresas (Mipes) y las Startups (empresas con cinco o menos años de antigüedad) que hacen I+D han crecido sustancialmente. El número de Mipes que realizan I+D se ha más que triplicado desde el 2011, mientras que las empresas jóvenes que desarrollan I+D aumentaron en 57% entre el 2016 y 2017.

Entonces, estos números si bien marcan una línea respecto a los puntos que se deben mejorar, también puede ser un nuevo trazado para las instituciones y organismos que componen las empresas nacionales. Es tiempo de comenzar a creer en la innovación abierta para mejorar los puntos débiles y crear una nueva cultura empresarial que se potencie en base a la innovación externalizada.

La gran empresa tiene el eterno desafío de innovar y marcar tendencias que la lleven a ser reconocida como líder. Es en ese punto en donde debe abrir su mente y entender que es imposible innovar si están dentro de la caja todo el tiempo. Los emprendedores —por otra parte—, en estructuras livianas y con ingenio, están constantemente creando iniciativas que puedan ser la solución para esta gran empresa. Así por ejemplo, instituciones de innovación abierta pueden conectar una gran empresa que puede presentar un problema y hacer que varios pequeños y medianos empresarios, puedan ofrecerles soluciones creativas, convirtiéndose en la solución al desafío que tenemos como país.

Si queremos que Chile mejore los resultados del último estudio hay que probar fórmulas diferentes para obtener resultados diferentes. Apostemos por la innovación abierta y el talento nacional. Le hace bien a la industria, al emprendimiento nacional y, sobre todo, al país.