Conservación o destrucción: to be or not to be cultural

En Kunming, China, noviembre 4 al 8, se celebrará el Octavo Foro Inter-Cultural de Asia, cuyo foco es la conservación del patrimonio cultural de los pueblos del Asia Oriental, Central, y del Sur. O sea, la amplia zona sobre la que China quiere ejercer patrocinio, dar apoyo material e imponer su orden y poder.

Eje del foro es revisar el estado del arte en lo que se refiere a la conservación de lugares que son Patrimonio de la Humanidad y que están dentro de territorios de naciones asiáticas. En Chile tenemos seis, en Asia hay unos mil. Sólo China tiene cincuenta y seis sitios históricos o naturales de valor imponderable; por ejemplo, Las Grutas de Mogao, La Gran Muralla, el Mausoleo del Primer Emperador.

Sin embargo hay un sustento político poderoso que trasunta este foro: los lugares de alto interés cultural y sitios históricos que son herencia de toda la Humanidad atraen la atención y gozan de especial preferencia de parte de la opinión pública. Por esa misma razón, estos lugares son elegidos por el activismo ideológico (en sus más diversas variantes) porque les multiplica el impacto propagandístico. El uso abusivo de tales “plataformas para visibilizar problemas” causa gran deterioro y daño irreversible a la riqueza intangible contenida en esos lugares, que no sólo son únicos, sino la más de las veces son frágiles (véanse los resultados que deja una concentración masiva en una ciudad histórica). Entonces, hay una insinuación muy sutil acerca de la necesidad de un patrocinio y autoridad efectiva sobre tales lugares para evitar su deterioro o pérdida. Y usted puede suponer quién quiere ocupar el papel de justiciero protector en una era donde los temas culturales y ambientales tendrán primacía.

El tema conservacionista alcanza nivel de catástrofe cuando los sitios históricos y bienes relacionados (monumentos, templos, museos, sitios arqueológicos, etc.) quedan atrapados en áreas donde ocurren conflictos graves. Ya ha sucedido que esos sitios pasan a ser objetivo estratégico debido a que sirven a los reclamos de grupos insurgentes, separatistas, o rebeldes. Esos nobles lugares son raptados a cambio de figuración social, o derechamente son destruidos como venganza anti-sistémica (los Budas demolidos por los talibanes; la captura y destrucción de ciudades antiguas por el Estado Islámico). O peor todavía, han sido blancos del terrorismo, que no tiene problemas en atacar a personas, cobrar vidas de turistas y gente inocente lugareña, pues esos espacios escenifican mejor las perversas intenciones de los fanáticos.

Toda una tragedia contemporánea, que se juega en un tablero verde internacional con apostadores que no quieren poner sus fichas en organizaciones cada vez más ideologizadas y sedientas de poder (Naciones Unidas, desfinanciada y buscando su nuevo norte en el tema ambientalista). En cambio, el anfitrión de nuestro foro desplegará su soft power seductor invitando a reflexionar sobre un nuevo orden, diferente al de los iluminados occidentales. Y, ciertamente, ese otro orden chino lo financia Beijing.

China no cree en la democracia, y a su modo tiene razón. El poder concedido por el pueblo a charlatanes y manipuladores ha terminado en verdaderos desastres. Y en estos días podría tener su oportunidad de exponer una alternativa. El poder de conservación o destrucción de lugares sensibles propone una nueva manera de traspaso del poder a la ciudadanía local. Un ejemplo candente: la Amazonia. Para muchos, un lugar que debiera ser declarado pulmón de la Humanidad, por lo tanto santuario que debiera ser mantenido inmaculado. Pero es obvio que eso no agrada a Brasil. La Amazonia es su territorio, mas ante la presión ambientalista e infiltración ideológica a todo nivel, un traspaso importante de soberanía a los habitantes, podría ser la solución. De paso, lleva a pensar de un modo distinto los modos de poseer y delegar el poder. China hace rato trabaja ese tema; tiene zonas muy sensibles desde el punto geoestratégico y ambientalista, como Tíbet, al que ya no posee por la fuerza sino por el derecho de la transformación y el buen uso. Aparte de su propio enorme territorio, China aspira a integrar a una amplia vecindad (Proyecto de la Franja y de la Ruta) con un plan centrípeto y un discurso de paz. El tema ambientalista y conservacionista es el nuevo escenario. China quiere no sólo dominarlo, sino manejarlo mejor que nadie.

Mientras se celebra el foro en comento, en Chile se congregará la Conferencia de las Partes (COP 25), órgano de decisión de la Convención Marco de las Naciones Unidas como respuesta al cambio climático. Dos temas con muchos puntos de intersección, pero paradojalmente opuestos. China, país que mueve la economía mundial con su singular sistema político, no admite instrumentalización de ningún tipo. En Chile, COP 25 tendrá más de espectáculo que de inteligencia y se prestará para el activismo ideológico. A veces siento que estamos apostando al bloque perdedor.