Soledad Grunert: “Estar en pareja”

sicóloga

Su terapia se enfoca en las emociones y afirma que el ochenta por ciento de las parejas logran un resultado positivo y eficaz. Asumir de qué se trata estar en pareja es el primer paso para crear un buen vínculo. Al respecto, Soledad es enfática: “en ese esfuerzo, un elemento central de la relación de pareja es la comunicación eficiente y esto es poder explicar lo que me pasa y poder preguntar ante las dudas”.

Por Verónica Ramos B. / Fotografía: Francisco Díaz U.

Abrió una cuenta de Instagram hace un año y a la fecha tiene casi cincuenta y tres mil seguidores. Se sorprende del impacto que provocan sus posteos y afirma que ha tenido que aprender de la tecnología, pues es ella quien hace los diseños, los textos, todo. Su mayor preocupación es cuidar los contenidos y esto parece ser la clave de su éxito. “Me parece necesario aportar con contenido relevante, porque muchas veces la sicología cae en obviedades y mucho tecnicismo, entonces trato de traducir lo cotidiano en un lenguaje sencillo y en reflexiones que inviten a ir un poco más allá”, afirma la sicóloga de la Universidad Diego Portales, terapeuta de adultos y parejas, especialista en sexología, docente en diplomado de sexualidad en la Academia Bienestar de Rodrigo Jarpa y Nene Ugarte y madre de tres hijos.

Para quienes vivimos en pareja, se agradece leer contenidos asertivos y que nos permitan mejorar nuestra relación
Uno dimensiona en la consulta que existe una desorientación en una serie de cosas, pero a través de las redes sociales te das cuenta de la soledad en que viven muchas personas y de la necesidad de orientación en aspectos que son simples.

Las terapias de parejas han aumentado con el tiempo, pero la gran mayoría lo ve como una última alternativa
Un porcentaje importante de parejas lo ven así y debiera ser al revés. Hoy, existe una conciencia distinta respecto al vínculo, es una necesidad sentida y para mí es una cruzada, porque las nuevas generaciones han optado por relaciones más desechables con esto de la cultura del desapego y de soltar. Lo que ocurre es que creemos que el problema es el otro y cuando viene otra pareja empezamos a repetir las mismas situaciones que nos llevan al conflicto y a notar que existe un patrón, entonces recién ahí nos damos cuenta de que es algo personal. Cuando la persona logra mirarse a sí misma en la interacción, puede hacerse cargo de su cuota de responsabilidad y ahí recupera la esperanza. Cuando pones el foco en la expectativa de cambio del otro, la situación de descontrol es tremenda.

Hacer responsable al otro de lo que me pasa, parece ser una de las principales razones de conflicto en una pareja
El desencuentro nos pone en posiciones defensivas y eso es natural en el ser humano, eso es neurobiología. En sicología, el enfoque de apego del adulto es uno de los más predecibles, entonces hay muchos fenómenos que se dan en la dinámica de pareja que uno puede observar, anticipar y describir con mucha precisión. Cuando se produce un desencuentro es esperable ponerse a la defensiva y todo el foco de atención se pone en el otro. Dejo de mirarme, de escucharme, se activa mi cerebro emocional y solo necesito defenderme.

Esto hace entonces que la terapia no sea una primera opción para la pareja
Sí, claro. En la pareja, cada uno vive esperando que el otro cambie y ahí hay un círculo vicioso súper instalado.

Suponer y especular respecto al otro, es otro factor común que hace que una relación no fluya
Siempre digo que estar en pareja es hacer un esfuerzo, no un sacrificio. Ahora si ese esfuerzo te desgasta más allá y transgrede tus necesidades, por supuesto que
no vale la pena. Si no asumimos que de eso se trata, no es posible crear un buen vínculo. En ese esfuerzo, un elemento central de la relación de pareja es la comunicación eficiente y esto es poder explicar lo que me pasa y poder preguntar ante las dudas. Ahora, el otro me puede responder lo que quiera y es que estar en pareja también es un riesgo. Yo decido en qué lugar me paro y si lo hago desde la desconfianza, evidentemente todo lo que el otro haga lo voy a interpretar desde esa mirada y si no puedo hacer lo contrario es muy probable que tenga que ver con mi historia.

Las mujeres, hoy, no somos las mismas. ¿Cómo ha influido la reivindicación de nuestros derechos en la relación de pareja?
Este cambio social ha puesto en jaque a los hombres dentro de una relación, porque los estamos llevando a un terreno desconocido. Antes, estaban acostumbrados a establecer relaciones desde sus propios códigos y reglas, donde la mujer era mucho más sumisa. Todo este proceso ha sido ingrato para ellos, porque las mujeres hemos asumido una posición crítica y de cuestionamiento que la comparto totalmente, pero que deja al hombre sin tener la más remota idea de qué hacer. En lo personal, creo que debe ser un movimiento de todos.

MINDFULLSEX

Recién casada, Soledad llegó a vivir a La Serena, ciudad donde formó su familia y comenzó a desarrollarse profesionalmente. De eso ya han transcurrido veintitrés años, tiempo que ha aprovechado para especializarse en distintas áreas. “Partí trabajando en 1996, en el Hospital de Coquimbo, en el programa de violencia intrafamiliar, cuando recién esta ley había entrado en vigencia y la temática era muy reciente. Luego, trabajé en el Ministerio de Justicia, donde me hice cargo de la coordinación técnica del Centro de Atención a Víctimas de Delitos Violentos. Me formé entonces, en las áreas de psicotrauma, sicología forense y victimología”, recuerda Soledad, y agrega que fue un trabajo muy potente emocionalmente, razón que la llevó después de dieciséis años a dar un vuelco en su vida profesional.

¿Debió ser un periodo, en lo personal, de mucha frustración?
Trabajar en justicia era muy frustrante, porque en ese entonces, no había mucha educación en el sistema y debíamos partir por educar a los jueces en esta temática. Desde el punto de vista de las víctimas, intentábamos cuidar que el proceso no revictimizara y fuese lo más cuidadoso posible, planteando la forma que se debía tener en las intervenciones reparatorias.

Decides, entonces, emigrar al mundo privado
Sí, lo vi como un respiro y como un desafío porque implicaba ampliar las temáticas y contenidos. Ya me había formado en terapia familiar y de parejas, pero desde la mirada del trauma y del dolor, entonces decidí enfocarme en la sicología positiva, en el fortalecimiento de recursos, en el desarrollo de la resiliencia. Esto se dio de manera muy natural y me fui encantando en áreas nuevas como la sexualidad y la formación en terapia corporal. Seguí un camino de desarrollo espiritual, estudié budismo y me enfoqué en la otra arista de la vida, de no negar el dolor y el sufrimiento…

¿Tomas ese camino por una inquietud o vivencia personal?
Mi separación fue un remezón importante a nivel personal. El quiebre detonó cambios emocionales muy profundos y potenció, por cierto, ese proceso de búsqueda profesional. Comencé entonces a trabajar con adultos y parejas y, luego, me especialicé en sexología.

¿Y en este ámbito, cuál es el principal problema que hace que una pareja llegue a tu consulta?
Sin duda, la disminución del deseo sexual. Cuando la consulta la hace una mujer el problema más frecuente es el vaginismo y, en el caso de los hombres, la disfunción eréctil.

Estas disfunciones se relacionan con la ansiedad o con la idealización de una “sexualidad perfecta”
¡Absolutamente! La ansiedad anticipatoria es el elemento común, porque significa meter cabeza y eso va de la mano con las expectativas, en cómo debe ser porque existe una idea en la mente y todo el impacto que tiene la pornografía como el gran educador sexual. Todo esto es muy nefasto, porque partimos de una idea que dista mucho de la realidad, sobre todo en estos tiempos, donde el producir es una demanda excesiva y terminamos funcionando desde el deber ser y el sexo se transforma en una tarea más. Cuando pasa esto, no hay ninguna posibilidad de disfrutar, de estar presente o conectado. La sexualidad es una dimensión de la vida donde tienes que estar conectado y en resonancia con tus emociones.

Más aún cuando vivimos conectados con la tecnología, pero muy desvinculados con nuestras emociones
Esto es muy adictivo y me asusta, porque no sabemos cómo va a impactar en las futuras generaciones. Las relaciones están mediatizadas por una pantalla, no existe el contacto, no se miran a los ojos y los jóvenes se piden pololeo y terminan a través del chat… Estamos rodeados de personas, pero estamos muy solos. Esto es muy triste.

Diversos especialistas hacen referencia a cuál es el mejor sexo ¿cómo lo definirías tú?
El mejor sexo es lo que se conoce como mindfullsex. El sexo súper conectado con uno mismo y no con la cabeza. Anclado en el eje y sintiendo el cuerpo, un sexo presente en el aquí y el ahora, en atención plena y no pensando en lo que tengo que hacer mañana o en cómo debo satisfacer al otro.

Y se debe entender que no siempre será de esa manera
No siempre será así, porque la vida en pareja también cursa ciclos. Hay buenos y malos momentos, de manera que esto se debe entender, naturalizar y permitir.

Siempre decimos que no existen escuelas para ser padres ¿tampoco existen para ser pareja?
Existe una escuela y esa es la parentalidad. La gran escuela para ser padres es la que cada uno vivió como hijo y la gran escuela de pareja tiene que ver con el vínculo que uno estableció con los padres, ese es un link directo. La manera en que tus padres o cuidadores estuvieron o no disponibles para ti, configura el sistema de apego y eso va a determinar cómo te vinculas con tus hijos y con tu pareja. Eso es total y absoluto. Las necesidades no cubiertas de la infancia generan carencias y de esas heridas estructurales te vas a parar ante la vida y frente a todos tus futuros vínculos. Lo importante es tener conciencia de cómo me impacta esa historia y poder mirar a ese niño o niña interior para sanar nuestras heridas.

 

“Cuando pones el foco en la expectativa de cambio del otro, la situación de descontrol es tremenda”.

“Las mujeres hemos asumido una posición crítica y de cuestionamiento que la comparto totalmente, pero que deja al hombre sin tener la más remota idea de qué hacer”.