La historia de Dios

Por Marcelo Contreras

NATGEO.

Por un lado hay una especie de chistecillo en esta serie documental conducida durante tres temporadas por el actor ganador del Oscar Morgan Freeman (82), dada sus encarnaciones de Dios en el cine en las comedias Bruce Almighty (2003) y Evan Almighty (2007). Su voz es tan reconocible que ha sido utilizada en casi una decena de documentales incluyendo La marcha de los pingüinos (2005), en la aplicación Waze, en las campañas presidenciales de Barack Obama y Hillary Clinton, y hasta en una lectura dramática de una canción de Justin Bieber. Fue objeto de estudio para concluir lo que se intuía: el registro sereno y viril del actor nacido en Memphis transmite confianza y credibilidad.

Más que buscar a Dios, que por cierto lo hace, Freeman viaja por el mundo para comprender cómo las diferentes religiones interpretan y asumen la divinidad, diálogos y diferencias entre distintos credos, y también la manera en que la ciencia, la antropología y la arqueología abordan estos asuntos.

Mientras el ciclo anterior de hace un par de años indagó en temas como el cielo, el infierno y los profetas, esta temporada se inclina por cierta oscuridad. Los episodios se internan en el demonio, el pecado, los secretos divinos y los dioses en la Tierra como el caso de la pequeña Kumari en Katmandú, Nepal, considerada la reencarnación de un dios, categoría que perderá una vez que llegue a la pubertad. En este caso, la inteligencia del programa no solo ahonda las particularidades de ser una deidad transitoria, sino las implicancias de regresar a la normalidad.

Cuesta pensar en un actor más idóneo para reflexionar en torno a Dios, pero la serie es más que su afamado conductor.