Arturo Prat y los niños

Por María Canihuante Vergara

Arturo Prat escribió una de las hazañas marítimas más grandiosas y emotivas del mundo. A este hito se le llama Combate Naval de Iquique, que nos demuestra la valentía de ese puñado de hombres que defendían la patria y su mar.

En mayo, Mes del Mar, es interesante ver, leer, sentir, el ambiente de patriotismo que se vive en torno a la gran hazaña marítima de Arturo Prat y sus héroes. Lo que se conmemora el 21 de mayo son las Glorias Navales de la Armada Chilena. Hace más de cien años, el 21 de mayo del año 1879, dos hombres muy valientes se encontraron luchando frente a frente en el mar, en dos barcos muy distintos. Eran el capitán chileno Arturo Prat y el capitán peruano Miguel Grau, el primero en el barco «Esmeralda» y el segundo en el «Huáscar».

Por eso, cada año en este mes se escucha el ensayo de las bandas de guerra con sus sones marciales, con su tambor mayor ensayando las mejores figuras con su guaripola y los más vistosos pasos, llenando el aire de patriotismo con las marchas. Las escuelas, con sus mejores galas, peinados y uniformes. Y los jardines infantiles, con cientos de pequeños vestidos con el traje fascinante de marinero, marchando marciales al son de pitos, cajas y bombo, que marcan los compases. En las tiendas y ferias azulean los gorros marineros, que los niños lucirán en el desfile. Sabella decía:

La infancia chilena tiene la alegría de un tierno uniforme: el traje de marinero. El traje de marinero azula el corazón de nuestros niños, preparándolos para las grandes navegaciones del hombre. Con su cuello de estrellas, bailando al viento, y el pito para las maniobras de la ilusión, principia en ellos la enseñanza del mar. Vestidos de marinero, ¿qué niño chileno no entiende que pertenece a las tripulaciones heroicas, donde el mar y la sangre encierran los mismos fulgores de gloria?

Como siempre, desde pequeños, las enseñanzas de esta magna epopeya han traspasado tiempos, escenarios, jardines, escuelas, liceos. Y, como suele suceder, las anécdotas son muchísimas: en un jardín infantil de La Serena, donde asisten mis nietas gemelas, la tía ha explicado con lujo de detalles lo ocurrido, con frases, fotos, imágenes en power point. Los pequeños han dibujado los barcos, los marineros, el mar. Y la tía, para reforzar las enseñanzas, pregunta: “¿Qué dijo Arturo Prat al saltar?” Y se escucha la rápida respuesta de Libertad, mi nieta, respondiendo “¡Al agua pato!”, entre las risas de todo su curso. Indudablemente, había entendido el mensaje, pero lo traducía a un lenguaje infantil y jocoso. Y, aquí en Antofagasta, después del relato de la hazaña de Prat y de observar el material audiovisual, los marineros con sus uniformes, se levanta una manito pequeña y surge la pregunta: “Tía, ¿por qué al capitán Arturo Prat le decían “chascón” si era “pelao”? Por supuesto, risotada general. En ese momento, la tía explicó que el segundo apellido de Prat era Chacón. Indudablemente, a todos esos niños nunca se les olvidará el nombre completo de nuestro héroe.

En la gorrita trémula, con el dorado de los nombres queridos Arturo Prat, Carlos Condell, los niños chilenos van por las calles, pidiendo cubiertas, avanzan hacia el puerto de sus iluminaciones y sorpresas. Cuando llega el 21 de mayo, nunca faltará un niño que vista de marinero, que desfile solo, ¿para qué más héroes?, agitando un tricolor de papel, en cuyos vaivenes cantan todos los vaivenes de los gallardetes de Iquique

Sabella, con su espíritu invencible de eterno “Capitancito”, como le decía Mamá Carmela o  de “Niño Andrés”, como le decía tía Martina a pesar de los años, nos asegura:

Mi infancia se quedó vestida de marinero, en la dulzura de los días que doraba el crepúsculo del Norte, cuando mi padre mecía mis quimeras, en la vieja casa que empezaba en sus manos y se perdía en el mar.