Viña del Mar, 1978

Don Casimiro

Mientras buscaba un local para iniciarme con mi negocio, después de vivir varios años en Quito, Ecuador, amigos me conversaban que en Santiago me iría mejor y más rápido. Seguramente, pero no, gracias. Quiero cerrar a la hora de almuerzo y jugar tenis dos o tres días a la semana, ir a mi casa a almorzar, o cruzar a la Casa Italia, comer ricas pastas y ver un rato jugar a las bochas.

Hace un par de años, trabajando en la Shell Las Salinas, hice un reemplazo en pleno centro de Santiago, en sus oficinas centrales, y teníamos solo una hora para almorzar a la carrera en dos o tres restaurantes cercanos. En la tarde me demoraba casi una hora en llegar a mi pieza, que arrendaba en la Av. Holanda, en el recién inaugurado Metro.

Encontré desocupado un buen local en la Galería Rapallo, saliendo a Etchevers y no dudé en iniciar ahí mi Óptica Italiana. Tenía los cines Rex y Olimpo a un par de cuadras, el Municipal frente a la Plaza, para ver a Lucho Córdova y Cía. También mi banco (y socio…). Todo a pie y el Club de Tenis Unión en diez minutos en mi citroneta. Época feliz.

Hoy, he leído críticas a Viña, en especial sobre el estero, que, lógico, como todo es mejorable. Como viejo viñamarino, me gusta como está, ya que dejo el auto estacionado en él, a cuadra y media, al frente del café del mediodía, donde me junto con mis viejos compañeros de curso. Los miércoles y sábados compro en la feria las verduras y frutas y subo al mercado por pescados y mariscos. En mis diarios viajes costeros entre Reñaca y Viña, me alegra ver a grandes y chicos trotar junto al mar.

Viña ha crecido, ahora tiene cerros y barrios alejados del centro. Como deportista me alegra saber de los múltiples complejos deportivos que la municipalidad ha construido con su Casa del Deporte y sus escuelas gratuitas para peques, de donde saldrá, sin lugar a dudas, otro Elías Figueroa.

Ciudad bella (y cómoda)

Nota: Ordenando mis papeles, encontré esta nota con recuerdos.