Dieta y civilización

Por Sergio Melitón Carrasco Álvarez Ph.D.

¿Cambio climático o ajuste global? Evidentemente hay un dinamismo a toda escala que va más allá de inviernos gélidos y veranos muy tórridos.  El “Planeta vivo” se renueva permanentemente, y presiona a toda especie a la adaptación o a la desaparición, Humanidad incluida. En ese contexto, ha sido un hallazgo relevante saber que también hay una transformación del paisaje interno, espejo perfecto del cambio exterior.

El microbioma, la masa de billones de bacterias que habitan nuestro cuerpo, es reflejo del aire, el agua y los alimentos que consumimos. Existe una conexión intrínseca entre el universo microbiano y nuestro cerebro; así como hay una relación entre el ser humano y la integridad biológica planetaria, triple relación que apenas sí se empieza a conocer. Hoy, sabemos más de la Luna, de otros planetas y de estrellas lejanas, que de nuestro universo interno. La galaxia de bacterias que habita nuestro intestino emite sustancias que ingresan al torrente sanguíneo y causan la condición de salud que tenemos. Alegría o amargura, animosidad o decaimiento, se relacionan con ese micromundo que procesa lo que ingresamos a nuestro organismo. Podremos comer alimentos muy pulcros y esterilizados, sin embargo, igualmente nos podrían envenenar. Son billones de bacterias, que se complementan e interactúan y crean la “personalidad bioquímica individual”, y son responsables de la conducta, del estado de ánimo, de la capacidad intelectual, de la habilidad social, incluso de la actitud espiritual.

Es tan nuevo lo que menciono que estas ideas apenas se empiezan a aceptar en los más avanzados centros de investigación. Sin embargo, se sabía a nivel de conocimiento ancestral en toda cultura antigua. Quién no escuchó a su abuela decir “Come agradecido y te entrará en provecho”. El funcionamiento del universo bacteriano que habita en nosotros constituye una especie de microecología. Las bacterias nos condicionan, así como la mente puede influir sobre ellas. Nada nuevo; eso se sabía hace miles de años, y más avanzada que Cambridge, Harvard, Johns Hopkins, etc., es el Ayurveda, la ciencia de la alimentación, parte de la tradición Védica: “Somos lo que comemos; pero la conciencia expandida puede transformar una porción de arroz en un alimento poderoso” Atharvaveda, IV:15 (ed. D.W.Whitney, Motilal Banarsidass, 1984). Dijimos que el microbioma crea la personalidad química individual, única e irrepetible. Pero, a diferencia de la huella digital o del iris del ojo, el microbioma se puede trabajar y cambiar. Es el objetivo de la medicina Ayurvédica, de la medicina tradicional china, y otras tradiciones de sabiduría; cosa que apenas empieza a sospechar la medicina occidental, pero que falla en el método y el afán empírico, ya que no ha podido cultivar bacterias aisladamente porque el microbioma es un todo vivo.

En las viejas civilizaciones, la tradición establecía el modo de alimentación. Dieta y cocina eran tan importantes como la organización social. En China, la cocina aún es arte superior. Quien maneja la cocina controla el bienestar y la felicidad familiar.  También en India la alimentación es saber máximo. En toda Asia el arte de comer hace la diferencia entre civilización y barbarie. La alimentación se mantuvo inalterable y fue lo que dio estabilidad y permanencia. Alteraciones a causa de invasiones o cambios climáticos significó adaptación, lo que trajo nuevos estadios a cada civilización. Así por ejemplo, la llegada de población aria a India generó la sociedad de castas, que se apoyó en una diferenciación nutricional. Se comía según el rol social.  Tan marcada fue esa condición que la dieta se conformó en pilar fundamental del hinduismo.

Los cambios en la historia pueden tener una interesante explicación dietética y alimenticia. El Occidente clásico está ligado a la llamada dieta mediterránea: cereales, legumbres, olivos y frutos secos. La expansión romana distribuyó y revolvió esa dieta; a veces la mejoró, o la echó a perder. La Edad Media, período de sencillez y recogimiento, se relaciona con una dieta frugal; diferencias sociales se afirmaban en la calidad de la alimentación de señores y aldeanos, los unos agresivos y belicosos, los otros mansos y obedientes. La Modernidad implicó la irrupción de novedades alimenticias que mejoraron la dieta europea. Productos americanos y especies llegadas del Asia cambiaron la mentalidad en muchos sentidos. Más tarde la revolución industrial aceleró todo, incluyendo la manera de cocer o preservar. Quizás explique mejor las desviaciones y taras mentales actuales, la intoxicación individual y colectiva, más que las sesudas elucubraciones ideológicas.

¿Qué se ha de comer para enfrentar el cambio climático? Oriente y Occidente se han acercado. Los japoneses prefieren un buen lomo al pescado, así, ojalá no capturen ballenas; los chinos, ahora ricos, se engolosinan con los salmones chilenos, mientras muchos occidentales se hacen vegetarianos. Se anuncia un futuro alimenticio a base de larvas de insectos elaborado con precisión computacional. Mas, el pan seguirá haciéndose con harina de trigo, y el vino con uvas generosas. Si la ciencia ha empezado a entender la relación que hay entre microbioma y el cosmos personal, y social, entonces el Mesías está más vigente que nunca pues Él anunció que el pan y el vino consagrado salvan el alma; más aún, la hacen resplandeciente y encienden la inteligencia, y de paso sanan el cuerpo. ¡La mejor comida para un futuro desafiante!