En el valle del Aveto los veranos terminan con la fiesta del trigo, una jornada para honrar y revivir las tradiciones campesinas que, un día, hicieron posible la vida en los Alpes. Las calles de La Villa, un pueblo de la comuna de Santo Stefano d’Aveto, se transforman en originales y creativos montajes escénicos que expresan el orgullo vivo de los abuelos compartiendo añosas costumbres de cocina y campo; un verdadero encuentro de generaciones.

 Texto y fotografías Constanza Fernández C. / conifernandez@gmail.com

 Recorrer las montañas ligures es viajar entre frondosos bosques y coloridos pueblos donde abunda el silencio. El abandono y la nostalgia se respiran durante casi todo el año, especialmente en esos húmedos meses de invierno que promueven el óxido de las cerraduras y candados que mantienen bloqueadas la mayoría de las puertas, ventanas y establos. No hay animales, tampoco huertos ni vehículos; el letargo campesino solo se interrumpe con la visita de algún familiar que llega a dar una mirada a la casa de los ancestros, esos laboriosos agricultores que durante décadas desarrollaron y mantuvieron las tradiciones locales. Hoy se trata de pueblos vacíos, son escasos los hogares ocupados por abuelas y abuelos que no quieren dejar la montaña, ancianos que decidieron quedarse en su tierra, pero que ya no tienen fuerza para trabajarla, viven con lo justo bajo el cobijo de sus recuerdos que cada año toman formas, colores y aromas, con la fiesta del trigo.

En tiempos de verano son varias las familias que prefieren el aire fresco de las montañas en vez de las altas temperaturas de la costa, así es como llegan a habitar esas gastadas y heladas construcciones de piedra, cerradas durante meses. Lo primero es sacar el polvo, la humedad y las telarañas, abrir las ventanas para iluminar los interiores, armar los catres, despejar los jardines y sacudirlo todo. Durante esas semanas de preparativos las actividades son más lentas, la ropa se lava y refriega a mano, la comida toma su tiempo y cada sobremesa inspira la memoria. Los más jóvenes escuchan las historias de los nonnos, pasean por las calles de adoquines —donde antiguamente transitaban burros y caballos—, vendiendo leche, quesos y manteca; mientras otros dejan pasar las horas bajo los cerezos.

COME PRIMA

 El paseo por la colina donde ocurre la ya tradicional Festa della Trebbiatura e degli Antichi Mistieri (Fiesta del Trigo y de las Antiguas Costumbres), que el 2017 celebró dos décadas de existencia, es un viaje al pasado para no olvidar. Una jornada de riquezas y abundancia donde se cruzan generaciones y experiencias, se comparten recetas, artesanías y distintas faenas campesinas que, además de realizarse como antaño —tipo obras de teatro montadas en cada esquina—, son acompañadas con vestimentas tradicionales, música y folclor local. Un evento cultural que convoca a padres, hijos, abuelos y tíos para, en conjunto, vivir la experiencia de trabajar la tierra, cosechar papas y hortalizas, esquilar ovejas, talar los troncos y encender el fuego de los hornos a leña donde se cocinan las típicas recetas de la región; un esfuerzo comunitario que expresa el amor por los saberes antiguos.

Se trata de, al menos por un día, hacer las cosas como antes o, “come prima”, y eso requiere tiempo, algo que con el paso de los años se hace cada vez más difícil. Sin embargo, el concentrar las tradiciones durante el verano y compartirlas en esta fiesta, es una forma de mantener viva la historia y traspasar a las nuevas generaciones las viejas usanzas. Además, todo está dispuesto para que así ocurra, especialmente los árboles que por esas fechas están cargados de cerezas, duraznos y todo tipo de frutas que junto a las exhibiciones le devuelven la vida al lugar.

La ornamentación y los preparativos comienzan a principios de julio, así el día de la fiesta —el último domingo del mes— todo está listo para recibir a las cientos de personas que en familia se acercan a observar, por ejemplo, el trabajo con las abejas y el origen de las numerosas variedades de miel de la región o la cocción de la polenta en leña. Pan salado, pan dulce, todo tipo de pasteles donde el castagnaccio, una suave tarta dulce de castañas, es un ejemplo de la creatividad desarrollada por los antiguos que tuvieron que encontrarle un uso productivo a tantos frutos esparcidos por los valles.

Todo lo que se comparte son productos hechos a mano, genuinos y sencillos que se originaron hace más de cien años a partir de las bondades del entorno; así es como en esa tierra de olivos abundan las recetas condimentadas con aceite de oliva: pesto o focaccia genovese, caracterizada por su fina masa —crujiente y aceitosa— con menos de un dedo de altura. Y si se trata de platos antiguos, la farinata es la reina: una tarta salada de garbanzos, agua, sal y oliva que, según las leyendas, tendría varios siglos de existencia porque habrían sido los romanos los primeros en cocinar, sobre un escudo, esta simple mezcla que con el tiempo cambió los escudos por grandes planchas de cobre que permiten cocinar la masa al fuego.

LA REINA DE LA FIESTA

 Las atracciones del encuentro comparten la pureza de lo ancestral, el arraigo con la tierra y valor del origen; hay tiempo para recordar, reencontrarse con antiguos vecinos y contar historias, sin embargo, lo más interesante ocurre hacia el final de la tarde. Aunque no lo parezca y, a vista de los participantes, todo surge de forma espontánea, el grupo deportivo Allegrezze está detrás de la organización para que así sea.

Cuando comienza el desfile por el pueblo, quienes han asistido otros años, saben que la procesión se dirige hacia el encuentro con la estrella y protagonista de la jornada. Se trata de una trilladora de principios del mil novecientos y el homenaje es para ella, porque su adquisición facilitó las labores en torno al trigo y diversos cereales. Los caballos y tractores que servían para moverla, y separar el trigo de la paja, fueron reemplazados por un motor que le dio tracción propia. Entonces ella, la máquina, está al centro y el espectáculo no es más que verla funcionar ahí en medio de la colina, rodeada por un círculo de tradiciones donde todos cantan, bailan y celebran a la trilladora que cada año vuelve a encender su motor impulsando este encuentro de familia.

 

 

La Festa della Trebbiatura e degli Antichi Mistieri (Fiesta del Trigo y de las Antiguas Costumbres), que el 2017 celebró dos décadas de existencia, es un viaje al pasado para no olvidar.

El concentrar las tradiciones durante el verano y compartirlas en esta fiesta, es una forma de mantener viva la historia y traspasar a las nuevas generaciones las viejas usanzas.