Lo que nos deja el Copihue de Oro

Por Shila Aldunate

Son muy entretenidas estas pasarelas anchas y rojas, los halagos y los malos comentarios duran bastante tiempo; para muchos se convierten en una pesadilla, para otros, son la gloria. Todo esto forma parte del mundo que vivimos, expuestos a la opinión del mundanal, sin tener derecho al pataleo, algo similar a estar en pleno coliseo romano, luchando contra los leones; la diferencia está en los felinos de cuatro patas.

Eso sí que todo tiene un lado bueno, me refiero a que algo queda en la retina de las personas: lo que se lleva, las tendencias, lo exagerado, lo fuera de toda estética, lo chabacano, un mundo muy diverso. Lo otro digno de destacar es la participación de los modistos y diseñadores, este año en particular, gente joven de gran creatividad, lo que es muy bueno para las futuras generaciones.

Son muchísimas las personas que trabajan para dar realce a estas fiestas, la preparación previa ocupa harto tiempo en conjunto con el trabajo de maquilladores, peluqueros, joyeros, zapateros y otros tantos desconocidos que participan, y la mayor parte de las veces solo para recibir una mención ante las cámaras o en las redes sociales.

Sigo sumando otro punto bueno. Hay un aprendizaje, conocimiento; la persona que no es famosa, ni se va exponer a ninguna cámara de tv, solo al ojo y critica familiar, toda esta información le da un mayor brío a la hora de escoger, por ejemplo, el vestido si es madrina en un matrimonio o porque es la hermana del novio o novia, etc.

Por otro lado, me llama mucho la atención cómo en Chile, a diferencia de Argentina, Perú, Venezuela, Colombia o Brasil, esconden tanto los brazos o se los tapan. ¿A qué me refiero con esto? En todos esos países no tienen problema con los brazos, los asumen y los quieren porque no los ocultan y les sacan el mayor provecho posible para ir a una fiesta, sin importar cómo luzcan.

En general, los chilenos nos queremos muy poco, hay mucha baja estima, confiamos en la opinión de una amiga y no en nuestra intuición y, lo peor de todo, no hacemos nada. Les sugiero estar más preocupadas y cuidar nuestra piel.

¡Hasta la próxima!